martes, 5 de febrero de 2019

Que se abra el debate...

Hace algunos meses, Porfirio Muñoz Ledo presentó en San Lázaro una iniciativa de reforma constitucional que busca hacer legal el aborto en todo el país. La discusión de dicha propuesta en la Comisión de Igualdad de la Cámara de Diputados todavía no se ha dado. Las sesiones programadas se cancelan o aplazan, ya sea por la presión que ejercen grupos pro-vida (por ejemplo, con la manifestación de ayer frente a San Lázaro) o porque se trata de una estrategia política para seguir apelando a sus bases, asustando con el petate del muerto, pero sin intención real de seguir adelante.

En este orden de cosas y tiempo de definiciones, caigo en cuenta de que, en los cuatro años y cachito que tiene este espacio de existir, jamás ha publicado respecto al aborto. Me descubro parte de lo que tanto critiqué: Políticos tibios en campaña que evitan las preguntas difíciles para no perder votos (o lectores) Pido disculpas, si se trata de generar debate no debería haber temas tabú. 

Abro fuerte: Estoy fundamentalmente en contra del aborto. 
¡Ahora permítame argumentar antes de que salga huyendo con el columnista de al lado!
Desafortunadamente la defensa de la postura anti-abortista en México está lejos de lo que debería ser. Es decir, por más que las convicciones religiosas lo muevan a uno; presentarse ayer en San Lázaro con estandartes religioso en mano y coreando vivas a Cristo Rey y a la Virgen María para “defender la vida desde la concepción” es un error. El argumento pro-vida puede y debe ir mucho más allá que la ideología religiosa y llevar mucho mas peso.

En primera instancia, deshagámonos en este debate de consideraciones legales. La historia está llena de atrocidades permitidas (a veces fomentadas) por lo que estaba escrito en un papelito que la gente llamaba “ley”. El holocausto, por ejemplo, fue perfectamente legal, eso no quiere decir que haya sido bueno, o ético.

Como no podemos partir de la ley, ni de ideología religiosa, partamos de convicciones que nos vienen desde la filosofía y el derecho romano; los derechos fundamentales a la vida y a la autodeterminación. Creo que es un sólido punto de arranque afirmar que cada ser humano por el sólo hecho de existir tiene derecho a conservar y procurar su vida y su libertad. Es un derecho natural, que aunque recogido y protegido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo tercero, no emana de ella, sino del mismo hecho de ser persona. 
También veo razonable asumir, que cada individuo, como titular de derechos, es libre de hacer con su vida lo que le plazca, el derecho a la autodeterminación, mientras no afecte el derecho de otro u otros individuos para hacer lo propio. Esto implica, por supuesto, que todo “derecho” que suponga la violación total o parcial del derecho de otro, no es un derecho.

Entre dos iguales, ejercer el derecho a la autodeterminación no sería suficiente para pasar por encima del derecho a la vida de otra persona. El hecho de que una persona me incomode o que su presencia me limite o afecte, no me daría derecho a matarla. Mi “derecho” si viola el de alguien mas, no lo es tal.
Con esta base (que es durísima, porque implica que la moralidad del aborto no cambia según la necesidad, incluso en casos de violación) el único argumento posible para el abortista es afirmar que el niño que crece en el vientre no es aún una persona, porque en cuanto se le reconozca como tal tendrá derechos que le protejan. El abortista precisa una línea arbitraria, en algún momento entre la concepción y el parto, que marque la transición entre “un cúmulo de células” y un “ser humano”

A partir de aqui ya no es un tema de convicciones. Debemos dejar esa perspectiva y abordar el tema desde un punto de vista médico y científico. ¿Dónde vamos a trazar esa línea?

Es un hecho biológico básico que, tras la fertilización de un ovulo por un espermatozoide, se forma un nuevo código de ADN, que permanecerá idéntico hasta su muerte. No hay, me parece, un lugar más obvio en el continuo gestacional para demarcar el origen científico de una vida humana nueva.
Me remito ahora a la intervención, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del Dr. Carlos Fernández del Castillo, Director del Centro Mexicano de Ginecología y Obstetricia SC. en la quinta audiencia pública sobre la despenalización del aborto en el DF. allá por el lejano 2008:

“Cada individuo de la especie humana comienza a existir a partir de una sola célula hasta alcanzar unos 4 mil millones de células con el mismo código genético que conforman los tejidos del cuerpo humano [...] En esa secuencia a partir de una sóla célula, es un nuevo individuo humano que dentro de un sistema biológico propio coordinado, continuo y gradual de ser cigoto ira creciendo a medida que la formacion de sus órganos biologicamente lo va solicitando [...] Desde la fecundacion, cada celula actúa en interacción con las demás células, en una realidad del caracter único del nuevo ser humano.”

La ciencia ahora puede decirnos cuando los no nacidos desarrollan por primera vez varias partes del cuerpo, o cuando comienza la actividad cerebral, o cuando sienten dolor, etc. pero es sumamente peligroso generalizar o establecer una línea imaginaria para todos los casos, porque cada embarazo se desarrolla de manera distinta. La actividad eléctrica cerebral puede comenzar tan temprano como en la quinta o sexta semana de embarazo.
Ultimadamente, las diferentes etapas de su desarrollo no significan que eso que crece no sea una persona. Diferenciar entre cigoto, embrión y feto y señalar que alguna de esas tres es menos “humana” tiene el mismo sentido que diferenciar entre un niño, un adolescente y un adulto y hacer la misma afirmación.

A partir de aquí habrá quien deforme el argumento. Que acepte que el niño en crecimiento pueda ser un ser humano, pero que igualmente señale que tiene derecho a matarlo por tratarse de un intruso, de un parásito en el cuerpo de la madre que la agrede porque debe aprovecharse de ella para alimentarse y crecer. 
Afortunadamente, tenemos el trabajo de Doris Gordon, atea, provida y libertaria. En su artículo, “Aborto y derechos: aplicar correctamente los principios libertarios” (un trabajo que consideró su obra maestra) Gordon declaró: “La situación entre padres e hijos es única. Es la única relación humana que comienza cuando un lado, trae al otro a la existencia.” Este hecho, este ejercicio de voluntad de los padres refuta cualquier aseveración de que el niño es un intruso, un parásito o un agresor de cualquier tipo. El niño o niña en crecimiento jamás decidió estar ahí, sus padres lo trajeron al mundo sin preguntar. Es víctima, no victimario. Continúa Doris: "Los niños prenatales tienen el derecho bajo la justicia de estar en el cuerpo de la madre, y ambos padres les deben apoyo y protección contra el daño".

Bajo todos estos argumentos, la única instancia en donde resulta moralmente aceptable el aborto inducido, es cuando está en riesgo la vida de la madre y aún así, la prioridad del médico debe ser la de salvar la vida sus dos pacientes, nacida y no nacido.

Pero esa, querido, lector, es solo la opinión y el argumento de un lado de la palestra. Y la razón para exponer tan crudamente lo que #UnoOpina es para que otros se animen a hacerlo. Abramos el debate.


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