La admisión de ayer en el pleno de la Cámara de Diputados del Secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer Varela, de que 1) hay un problema grave de desabasto de medicamentos a todo lo largo y ancho del país, y 2) el Gobierno Federal ha sido absolutamente incapaz de resolverlo durante los tres años de la presente administración, es probablemente uno de los tantos más importantes que se ha apuntado la ciudadanía en este sexenio; quizá en la última década. El desafío ahora está en no aflojar.
La distancia entre lo que este gobierno promete y lo que entrega es absolutamente abismal. Las grandes promesas de campaña que quedan en nada son común denominador hasta en iniciativas emblemáticas. El modus operandi es sencillo: deslumbrar con promesas, sostener la mentira por tanto tiempo como sea posible y cuando sea evidente hasta para el más obtuso que jamás se alcanzará lo prometido, empezar a minimizarlo (“Yo nunca dije que bajaría el precio de la gasolina”, por ejemplo). La esperanza es que haya pasado suficiente tiempo entre el primer y el último paso para que la corta memoria del grueso de la población y sus múltiples preocupaciones diarias hayan difuminado y oscurecido la promesa original. Y por supuesto, siempre está la opción de empezar a hacer ruido con otra cosa, otro gran proyecto, otra gran cruzada para distraer la atención. Así se sostiene este gobierno de saliva y aliento.
Por eso lo que pasó ayer en la Cámara es un un primer paso gigante para la ciudadanía de este país. Porque a base de insistir, de no quitar el dedo del renglón, de no dejarse distraer y aferrarse a una cuestión que duele y necesitamos resuelta, consiguieron acorralar e inmovilizar al principal servidor público responsable de darle solución y hacerle reconocer la falla crítica.
Pero ojo, avancemos con cautela. Esta administración es tan escurridiza como una anguila nadando en aceite. La “solución” que Alcocer presentó es poco más que pensamiento mágico. Se "están planteando la posibilidad de hacer un sistema o un organismo nacional de distribución de medicamentos”, sus palabras, no las mías.
No sólo la “solución” está en etapa de proyecto sin fecha, sin urgencia; sino que pasa por la centralización y burocratización del proceso de distribución de medicinas. Pasa por tener más poder, más responsabilidad; siendo una de las administraciones más absolutamente ineptas del último cuarto de siglo en este país.
Alcocer también, fiel al guión de de su patrón, sigue sosteniendo que “hay empresas que acapararon el mercado”, o que “la pandemia detuvo la producción” o que “se suspendieron los fármacos porque no cumplían con los estándares de seguridad”. Es decir, reconocen el problema, pero no se reconocen como la causa del problema.
No llegaron a optimizar algo que funcionaba medianamente bien como el Seguro Popular; con los asegunes que usted quiera. Llegaron a destrozarlo para poner en su lugar, al cuarto para las doce y sin la mínima preparación o las bases operativas indispensables, un sistema que les otorgaba todo el poder de compra y todo el poder administrativo.
Falta mucho, muchísimo por andar, estimados mexicanos. Pero ya se saben el camino: Aferrarse, no distraerse y no parar de fregar, hasta que la yunta se mueva para donde queramos y podamos empezar a trabajar y a resolver uno a uno los problemas.
No hay más receta.
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