La cruzada del presidente por empobrecer y aislar a este país sigue su trágico curso, pues sabe que rema contracorriente de cara a las presidenciales. Quizá no haya dado completamente por perdidas las elecciones de 2024, pero luego del revés en las intermedias que le arrebató la mayoría calificada en las Cámaras, y de las demostraciones ciudadanas en asuntos clave como la defensa del INE, sabe que la derrota es una posibilidad real y cercana. Seguramente estará muy al pendiente de lo que ocurra en este año en Coahuila y la CDMX.
Conocemos de sobra al Andrés Manuel perdedor: caprichoso, necio, camorrista y escandaloslo. Si las cosas no llegaran a funcionarle, si todo parece indicar que su movimiento termina en 2024, volveremos a ver a ese Andrés del 2006 y 2012. Trágicamente, ahora esa figura tendrá a sus disposición todas las herramientas del estado y el alcance de su berrinche será mucho mayor que sólo tener paralizado Paseo de la Reforma por algunos meses.
Imagino con nerviosismo un escenario en el cual, en los meses previos a las elecciones, acelere el paso en su afán destructivo, especialmente en materia económica y de seguridad. Si consigue generar una crisis de gobernabilidad de tal magnitud que le permita escudarse en ella para posponer o cancelar las elecciones, tendremos un serio problema.
¿Se imagina en México un escenario como el de Perú? Allá el autogolpe de Estado fracasó al generar el inmediato rechazo de todas las instituciones políticas, del Ministerio Público e incluso de los propios ministros de Castillo (que dimitieron en su mayoría). Pero sobre todo, por carecer del respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, instituciones que en un comunicado expresaron su decisión de no apoyar ningún acto contrario al orden constitucional.
En el mismo escenario ¿sería igual la reacción del ejército mexicano o la guardia nacional, tan enquistada en cada vez más ámbitos de la vida pública y tan mimados por la presente administración?
No puedo, por desgracia, ofrecerle soluciones mágicas a este tétrico escenario, o una receta infalible para evitar lo que narro aquí. Considerar la posibilidad y dar la voz de alerta, como hago en estas líneas, me parece un primer paso natural. Lo invito a hacerlo, a comentar el punto con familiares y amigos, a hacer política de tertulia y de café, de sobremesa.
Lo invito también a someter a escrutinio estricto las acciones (ojo, acciones, no declaraciones) del presidente y su gobierno y a considerar con cuidado sus implicaciones. Le hablo de la destrucción, entorpecimiento y empobrecimiento de la vida en este país con la evidencia en la mano. Ahí está el AIFA como ejemplo: infraestructura inutil (porque nadie la quiere usar) que costó más de lo que hubiera costado terminar el proyecto del NAICM (porque este hubo que cancelarlo y pagar a los inversionistas defraudados) administrado por las fuerzas armadas y al que ahora se pretende, por decretazo (imponiendo) enviar el transporte de carga que actualmente sale del AICM.
La medida no es solución al problema de congestión. Apenas el 3% de las operaciones del AICM son de carga. Lo que si ocurrirá es el encarecimiento de toda la cadena productiva (y por supuesto del producto final) y el entorpecimiento de la distribución nacional. El cerrar el AICM al transporte de carga nos aísla como país, aumenta los costos, se resta productividad y se pauperizan las actividades económicas, en este caso las de comercio exterior.
A este tipo de acciones y decretos es a los que me refiero cuando hablo del afán destructivo del presidente.Y como puede ver, ya empezó. Si lo que aquí expongo resulta correcto, veremos más y más de este tipo de acciones de parte del régimen. Hay que ir pensando qué hacer y cómo enfrentar todos los escenarios, mexicanos; porque las cosas se nos pueden poner (aún más) color de hormiga en menos de un año.
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