Veintidos días después, con reflejos dignos de un perezoso con ansiolíticos, reaccionó por fin la Universidad Nacional Autónoma de México al escándalo de Yasmín Esquivel; ministra de la Suprema Corte de Justicia que plagió (hasta el último punto y coma) su tésis de licenciatura.
La reacción es tardía y pobre. En un escueto comunicado, el Comité de Integridad Académica y Científica de la Facultad de Estudios Superiores Aragón señaló que la tésis de la ministra Esquivel es “copia sustancial” de la original del Lic. Edgar Ulises Báez Gutiérrez. Y que había remitido el caso a las instancias correspondientes. Rectoría, se entiende.
Es ahí, en la oficina que ocupa el el Dr. Enrique Graue Wiechers, que la cosa se atora. La carta que firmó y publicó horas más tarde expone que, pese a todo, Yasmín Esquivel Mossa finalizó sus estudios y presentó su examen profesional ante el jurado designado, recibiendo el voto aprobatorio de todos sus integrantes para obtener su título. Y que, pese a tener el caso de plagio reconocido y documentado, la normatividad universitaria carece de los mecanismos para invalidar el título, según la interpretación de la Oficina de la Abogacía General. Entonces que la universidad más prestigiosa del país no puede hacer nada más que lavarse las manos y enviar el caso a la Secretaría de Educación Pública.
Es tristísimo que una institución del calibre de la UNAM le tenga tan poco respeto a sus egresados que esté dispuesta a minar el prestigio de cada uno de los títulos expedidos con tal de no meterse en problemas con la actual administración federal. Porque sí, el evidente plagio y la cloaca de corrupción y compra-venta de tesis que salió de tirar del hilo de la Ministra Esquivel, ponen en entredicho la validez del esfuerzo de todos sus compañeros. Cuya enorme mayoría, no tengo duda, serán profesionistas íntegros y trabajadores que no merecen esa sombra de duda en sus expedientes.
Si el lema universitario reza “Por mi raza hablará el espíritú”, me cuesta mucho trabajo entender cómo diantre la institución no desconoce, deshereda y se deslinda de esta hija desobediente. No sólo plagió su título y obtuvo su posición con engaño, sino que además tuvo el descaro de perseverar en la mentira, involucrando a notario público y difamando injustamente a otro estudiante con tal de escaparse de la realidad y las consecuencias de sus acciones. ¿Qué clase de “espíritu” habla a través de esta “raza”?
Ahora, por dignidad, ética y vergüenza, la señora Esquivel debería renunciar como Ministra; incluso si consigue retener su título. No tiene sentido que una mentirosa tan públicamente reconocida esté pretendiendo tomar decisiones respecto a la justicia y la aplicación de la ley en el país. Pero como mala hierba nunca muere, el cinismo es mucho, sabemos que eso no ocurrira… a menos de que sienta la presión ciudadana hasta que le llegue el agua a los aparejos.
Nuevamente, mexicanos, nos llama el deber cívico a agotar cuanta instancia esté a nuestra mano, incluida la presión social a quien corresponda (la dirigencia de la SEP, la presidenta de la SCJN, entre otros) para que en le país ocurran las cosas que queremos que ocurran y este triste episodio no quede en algo anecdótico.
La señora Esquivel se tiene que ir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu opinión es muy importante ¡Súmate al debate y déjanos un comentario!