miércoles, 9 de septiembre de 2020

Tirarle al árbitro.

Para ser considerado “el opositor natural” de López, las formas de Felipe Calderón son sorprendentemente parecidas a las del macuspano, querido lector. A ambos se les está dificultando enormemente poner a las instituciones por encima de sus propios intereses, posiciones y narrativas.

Cuando el INE hizo público el veredicto de negarle a México Libre el registro como partido político, utilizó el argumento de la procedencia no identificada de 1.2 millones de pesos reportados y recibidos por la organización a través del sistema CLIP, un lector de tarjetas de débito/crédito que puede usarse en conjunto con cualquier celular inteligente.

El argumento para la decisión, gracias a evidencia que ha ido saliendo con el pasar de los días, suena medio estirado más allá de lo razonable hasta poder quedar en mero pretexto. Se supo, por ejemplo, que cinco consejeros habían cambiado de parecer y votado en contra de otorgar el registro, apenas horas antes de la votación por una “nueva queja” que hasta entonces habían desconocido. Queja interpuesta por el representante de Acción Nacional ante el INE, Victor Hugo Sondón y que se refiere a un número inusual de afiliaciones realizadas por México Libre en un solo día y un mismo lugar: una iglesia, un domingo. 

Hay ramificaciones políticas en la decisión del INE, sin duda. Y el comentario que hizo el señor presidente al respecto sólo abona a revolver ese fango partidista que enturbia el asunto. Pero la reacción a este revés desde la plana mayor de México Libre es francamente irresponsable. Lejos de tomar la vía institucional y colocarse por encima de este pleito de patadas debajo de la mesa, Felipe Calderón decide tirarse al piso y acusar al INE de estar actuando en beneficio de X o Y intereses, dinamitando la credibilidad de una institución que ha costado sangre, sudor y lágrimas construir y que ha garantizado procesos electorales más o menos transparentes desde su creación. Incluso en la polémica elección que le dio la presidencia.

La decisión, como cualquier otra que tome el Instituto, es apelable ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y esto un abogado tan capaz como Calderón lo sabe. Sabe que tiene una salida jurídica e institucional, pero también sabe que seguir esa vía responsable no le dará los mismos réditos políticos que tirarse al piso y acusar un complot (¿a quién nos recuerda?). Y así, tal como los “chairos” con Andrés, los “borolianos” de Felipe corren a defender a su gallo y a rasgarse las vestiduras y a reventar al árbitro de la contienda desde la tribuna.

En términos futbolísticos, uno no debe pelearse con el árbitro. Si, el árbitro puede favorecer al rival en una decisión, puede afectar nuestras oportunidades, pero ponerte a discutir y a gritarle en la cara sólo terminará en una tarjeta roja, en los ánimos caldeados y en la pérdida de cualquier oportunidad de darle la vuelta al partido. Si el resultado te pareció injusto, quéjate fuera de la cancha con la Federación y prepara a conciencia el próximo partido. 

Con el futuro del país en juego, tenemos que construir sobre lo existente, no dinamitar el juego.





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