jueves, 26 de enero de 2017

Donde habitan los monstruos

El último par de semanas nos trajo dos noticias que al menos a mí, aunque creo que muchos comparten mi sentir, me dejaron completamente helado.
Por un lado, el pasado 16 de enero Miguel Ángel Yunes, actual gobernador de Veracruz, acusó que la administración de Javier Duarte su predecesor, trístemente célebre por dejar un histórico boquete en las finanzas públicas del estado había estado suministrando medicamentos falsos a niños con cáncer.
Dos días más tarde, un chico de 16 años de edad entró armado al Colegio Americano del Noreste, en Monterrey y abrió fuego contra sus compañeros de clase, dejando a tres estudiantes sin vida y a otras cinco personas, la maestra incluída, gravemente heridas. Las escalofriantes escenas del ataque corrieron como pólvora en redes sociales, al grado que muchos nos enteramos primero por esa vía que por los medios noticiosos.

Para quienes creemos que el ser humano está naturalmente llamado a hacer el bien, la noticia fue difícil de encajar. “Es monstruoso” pensé en cuanto me enteré.
¿Cuán perturbada, cuan torcida tiene que estar una persona para sacrificar por dinero (independientemente de la cantidad), la esperanza de una vida sana de niños enfermos de cáncer? ¿para jugar con el miedo de los padres a perder a un hijo? ¿para burlarte del tiempo y esfuerzo que representaba para ellos llevar a sus hijos a recibir el tratamiento? ¿Cuánto vale el pundonor profesional y la honorabilidad de médicos y enfermeras que creían estar haciendo lo correcto, marcando una diferencia? ¿Cómo justificas el engaño a las personas más vulnerables, esas que deberías estar protegiendo?

Y en el segundo caso ¿Cuán vulnerado, cuán desconectado de la vida, cuán sólo física y emocionalmente tiene que estar un muchacho de 16 años para tomar la decisión de disparar contra sus compañeros y maestros, la gente con la que convive? ¿Cuán desesperado, como para seguir adelante con el plan a pesar de que seguramente sabía las consecuencias? ¿Cuán indiferente la sociedad que lo rodeaba como para dejarlo degradarse hasta ese extremo?
¿Cuán insensible e hipócrita la sociedad que llora la tragedia, pero sigue compartiendo en redes las fotos y videos del atentado con morbo y sin tapujos,?

“Es monstruoso” pensé en cuanto me enteré, y conforme más lo pienso más me convenzo de que usé la palabra correcta. Un ser humano funcional, sano, no habría podido llevar a cabo ninguna de las dos atrocidades. Los protagonistas de estos dramas están enajenados, con los sentidos y la razón perdidos, entregados, rendidos. Con su humanidad dejada de lado. En medio del proceso, se han convertido en monstruos.

No estoy diciendo que sea su culpa. La avaricia desmedida es un vicio antiquísimo que ha robado de su humanidad a miles de personas. La soledad, el miedo, la depresión, son condiciones que lentamente, privandonos de relaciones humanas profundas, pueden volverse enloquecedoras.

Lo que estoy tratando de decir es que, como seres sociales, como humanos, tenemos que asegurarnos de vez en cuando que el de al lado no se esté convirtiendo en monstruo. Uno nunca sabe el efecto que una taza de café y una charla amena pueden tener en el otro, o cuán efectiva puede ser la preocupación honesta de un amigo cuando ve que nos estamos dejando llevar por la avaricia, el alcohol y otros vicios enajenantes.
El hecho de que se regara la noticia en redes sociales tiene que ser llamada de atención para todos, el niño y Duarte son casos consumidos en extremo. ¿Qué estamos haciendo para que eso no vuelva a ocurrir?




miércoles, 11 de enero de 2017

De patos y escopetas

Sr. Presidente

Me ha pasado por encima todo un carrusel de emociones con respecto al gasolinazo que nos recetó a los mexicanos para arrancar este 2017 y al tremendo carnaval que, en medio del descontento, han organizado a su alrededor diferentes grupos para sacar ventaja de las circunstancias.

Sí como automovilista estoy molesto por el golpe que representa la medida para mi bolsillo, lo estoy aún más de que no sea capaz de explicar la razón del incremento, con pelos, señales y cristalina claridad. Escuché su mensaje de Año Nuevo, no se me alebreste. Los dos sabemos que tirarle al gobierno anterior, a cuatro años de distancia y cuando tiene al Secretario de Hacienda de entonces, José Antonio Meade, repitiendo en el cargo, suena a patadas de ahogado, a excusa sacada de la manga.
Achacarle el encarecimiento del precio al entorno internacional, podría ser más creíble. Pero, cuando cuando somos un país productor de petróleo y además más del cuarenta por ciento del precio del combustible se lo debemos al IEPS y al IVA, el pretexto duele y sigue siendo muy flojo.
Del último argumento ni hablar. Da la impresión de que el motivo del gasolinazo es pura y llana incompetencia. ¿Qué hubieran hecho ustedes?, nos dice. Señor presidente, la próxima vez que quiera usar una pregunta retórica como recurso estilístico, asegúrese de que no hay por lo menos un millón de respuestas más viables.

Después de la molestia, vino la sorna, la burla agridulce de ver el oportunismo de gobernadores y presidentes municipales. Aquí en Jalisco, cuando menos, la estrategia de los ediles de Movimiento Ciudadano ha sido extraordinaria, forzando la mano del gobernador para tomar medidas para amortiguar el golpe del gasolinazo. En el norte, el Bronco está analizando comprar gasolina a nuestros vecinos los norteamericanos y no a Pemex, porque le sale más barato. Y la izquierda, por supuesto, dándoselas de santa y salvadora del pueblo bueno por no votar a favor de la Reforma Energética, cuando votando por la Ley de Ingresos 2017 es igual de culpable del gasolinazo que todos los demás. Creen que se nos olvida.

Hasta aquí todo bien. El gasolinazo sucedió y se politizó, como era inevitable que sucediera. Le tocaba a usted capear el temporal, como había hecho con tantas otras crisis de credibilidad y corrupción que han sacudido su gobierno. Pero vinieron las protestas y con ellas algunas demostraciones de descontento propias de la mentalidad tercermundista que todavía arrastramos en el país: Los saqueos, el hombre que usó su camioneta como ariete contra un grupo de granaderos, las bombas molotov, el daño a propiedad ajena. La emoción que sentí entonces fue vergüenza, pena por mi gente y su falta de educación.


Pero luego salió usted, como si los Reyes Magos le hubieran dejado un último regalo, a tratar de aferrarse a la forma de protestar para que dejaramos de hablar del fondo de dicha protesta y entonces mi enojo regresó. Porque aunque coincido con usted en que semejantes desplantes jamás están justificados, también me parece que los pecados de unos no eximen a los otros y subirse a su ladrillo de superioridad moral para descalificar toda la protesta por la actitud de unos cuantos es de hipócritas.
Usted, sus predecesores y todo el nido de alimañas que es la clase política en este país, han hecho su esfuerzo durante años para hacernos ver ético y normal lo que no lo es, para mantenernos poco educados y manipulables. Si bien es cierto que el gobierno es reflejo de los ciudadanos, es igualmente cierto que nuestra población aprende de ustedes, los que están en el poder. Llevamos años de ver a gente como usted y sus compinches saquear al país sin consecuencia alguna ¿Realmente le parece extraordinario que el saqueo se vuelva una expresión de protesta?

¿Quiere tener argumentos morales para decirle a los disidentes que están mal? Empiece por limpiar la casa, por poner el ejemplo, por hacer su trabajo. Alguna vez dijo casi disculpándose, que tratándose de corrupción nadie podía aventar la primera piedra. Bueno, se la reviro. Tratándose de saqueo, ninguno de ustedes puede decirnos nada tampoco.
Deje de frotarse las manos y empiece a hacer su trabajo. Venga y reclame cuando tenga argumentos para hacerlo. ¿Desde cuándo los patos le tiran a las escopetas?