miércoles, 21 de octubre de 2015

¿De cuál fumaste?

Arturo Zaldívar, ministro de la Suprema Corte de Justicia, propuso legalizar el cultivo, transporte y consumo (ojo, no la comercialización) de mariguana con fines lúdicos o recreativos. En su próxima sesión del 28 de octubre, los ministros deberán empezar a discutir la propuesta; que tiene, como cualquier otro tema de importancia, tanto detractores como defensores.

Yo me considero uno de estos últimos.

La realidad, en términos económicos, es que existe una demanda del producto.  La prohibición hace que la producción y transporte del bien sea riesgoso y por lo tanto el productor necesita que cada intercambio exitoso justifique o cubra las pérdidas de los que no lo fueron. El riesgo, en otras palabras, se traduce en encarecimiento del producto final.
Ahora, una persona de estrato socieconómico alto puede permitirse las dosis y permanecer perfectamente funcional, laborando sin problemas. Pero una persona con menos suerte puede verse atrapado entre su adicción y el exagerado costo que debe de pagar por sostenerla y recurrir al asalto a mano armada, al raterismo o a otros medios (también ilegales, pero mucho más violentos) para conseguir esos recursos. ¿Lo peor? La calidad del producto final siempre está en entredicho y como la competencia es difícil, también lo es encontrar proveedores consistentes.
La prohibición enraíza el problema de la pobreza, engendra violencia y hace absurdamente rico a quien se vuelve eficiente en burlar la ley. ¡Lejos de reducirla, incentiva la criminalidad!

Por otro lado, sustancias igualmente adictivas y peligrosas no tienen las mismas restricciones. El tabaco y el alcohol han estado presentes legalmente en nuestras vidas con consecuencias igual o más funestas que las que tendría la mariguana. El número de accidentados en estado de ebriedad es inmenso y no quiero imaginar lo que se gasta en los hospitales del seguro en atender a personas con enfisemas pulmonares.
La Ley Seca de los años veintes en nuestro vecino del norte vio nacer a capos y mafias tristemente célebres y nunca consiguió erradicar el consumo. Si acaso, la producción e importación clandestina del etílico líquido se incrementó. Si ya aprendimos la lección con una sustancia nociva ¿Por qué insistir y cometer los mismos errores con otra?

Y finalmente, y este es quizá el argumento más importante, la mariguana no es más que haces con ella, un recurso. El cianuro es un veneno letal, pero al mismo tiempo se usa para procesar metales, endurecer acero y producir goma sintética. Es usado comercialmente por la industria farmacéutica para producir vendas quirúrgicas que promueven la cicatrización y reducen las cicatrices. Se producen alrededor del mundo 3.1 millones de toneladas perfectamente legales de cianuro de hidrógeno al año, 42% de la producción se usa para producir un intermediario del nylon.
La mariguana podría ayudar a contrarestar los efectos de las quimioterapias en los enfermos del cáncer, disminuye la presión ocular en pacientes con glaucoma y reduce el daño que la esclerosis múltiple inflige en el sistema nervioso central. Puede aliviar y ayudar a controlar espasmos musculares y es un buen remedio para las personas que sufren de insomnio.

Consumir o no mariguana debería ser una decisión personal no criminalizada. La legalización podría ayudar a desmitificarla como algo prohibido y ¿quién sabe?, quizá hasta favorecer una disminución en el consumo, luego de que deje de ser tabú. Además, ahorraría un montón de dinero al estado, tanto en policías, militares y operativos contra la droga que serán siempre insuficientes, como en el mantenimiento de una población carcelaria creciente por culpa de las absurdas normas que no prohíben su consumo, pero sí su comercialización. En ese respecto, me parece que la propuesta del juez Zaldívar se queda hasta corta.

¡Sí a la legalización de la mariguana!

miércoles, 7 de octubre de 2015

El problema de género, hacer igual lo que es distinto.

Estoy muy orgulloso y feliz de ser un hombre adulto, blanco (mestizo, pero dejémoslo en blanco en beneficio del argumento) y heterosexual. Eso, aparentemente, me pone en contra de un montón de gente con la que no he tenido desavenencia alguna; es más, con gente que ni siquiera tengo el gusto de conocer.

Pongamos el botón de muestra:
El fin de semana me tocó ver estallar una discusión en redes sociales. El origen: una serie de desplegados para la campaña #Don'tMancriminate (¿#NoMascudiscrimines?) en la que señalaban, con intención de levantar ámpula, algunas de las "injusticias" que el género masculino tiene que soportar. En su mayoría eran cuestiones bastante tontas: "¿Por qué tengo yo que preguntar para salir?" "¿Por qué tengo yo que pagar las cuentas?" "Yo no recibo tragos gratis" "Yo tengo que pagar por mi entrada" etc.

La reacción de grupos feministas y de algunos de sus miembros más radicales, fue notable por virulenta y veloz. Los calificativos "maricones" o "chillones" y sus derivados se mencionaron repetidas veces, acusando al género masculino (porque, recuerden, todos los hombres somos iguales) de victimizarse. Para estas chicas, la ironía es un concepto alienígena.

Los problemas que presentó el movimiento Don'tMancriminate en sus desplegados son pequeñeces. Yo no tengo problema en invitar un trago una chica que me interesa, tampoco tengo reparos en ser yo quien la invite a salir. Creo que, cuando me corresponda, me sentiré orgulloso y realizado trabajando por y para ella y para la familia que, en los términos que acordemos juntos, construiremos. Tampoco me parece injusto que un negocio tenga ofertas especiales para mujeres. (Me llama la atención, sin embargo, que las feministas no peleen este último punto. La intención de esos programas es atraer mujeres al local y hacer de ese el atractivo para los varones. Es una relación de uso como ninguna otra, y sin embargo nadie se queja del Miércoles de Damas)

Pero es cierto que el hombre también enfrenta desafíos de género. ¿Por qué las feministas no abordan la cuestión, por ejemplo, de que sólo los hombres están obligados a enlistarse en el Servicio Militar Nacional? ¿Por qué no hablar de que el 92% de los fallecidos por accidente de trabajo son varones? ¿De que seis de cada diez personas sin hogar son hombres? ¿De que el hombre no tiene ni voz ni voto en la decisión de conservar o abortar al hijo que él también trajo al mundo, o de que la custodia, en el 80% de los casos favorece a la mujer? ¿Por qué no discutir que el hombre tiene más posibilidades de recibir sentencias más largas por exactamente el mismo crimen? ¿que el 75% de las víctimas de homicidio son hombres? ¿De que un hombre jamás será escuchado seriamente si acusa que ha sido violado y no tiene la infraestructura de apoyo que tienen las mujeres si sufre violencia de parte de su pareja, o si son padres solteros?

Si no se abordan estos temas también, decir que el feminismo pugna por la igualdad y el bienestar de ambos sexos es como decir que el nazismo promueve la igualdad y el bienestar de todas las razas.  


Creo que, como en casi todos los grandes problemas del mundo, la igualdad de género se resuelve no desde los grandes movimientos sociales, sino desde los actos individuales de particulares valientes. Hombre y mujer son criaturas muy distintas y si a veces es difícil que dos personas, una pareja, se entiendan y se traten con el mismo respeto uno al otro, mientras más personas agreguemos a la ecuación mayor será la dificultad. Más aún si en lugar de dialogar nos dedicamos a gritarnos desde una plaza pública, aferrados a un megáfono en medio de una marcha. Celebremos nuestras diferencias. Hablemos nuestras diferencias. Disfrutemos nuestras diferencias.