miércoles, 26 de agosto de 2020

Asedio a la libertad de expresión

Muchas veces hemos insistido en este espacio que el político es un juego de apariencias; que quien sepa y pueda controlar la manera en que lo perciben, por si mismo y en relación con el resto de los jugadores, es quien jugará con ventaja. Para ello, los actores políticos se valen de narrativas; historias más o menos basadas en los acontecimientos reales que van contándole al público y sobre las que van acomodando las cosas según les conviene. De esa manera pudo nuestro actual presidente, por ejemplo, posicionarse desde el lejano 2004 como el héroe del “pueblo bueno”, opuesto a una “mafia del poder” corrupta que conjuraba “complots” para desaforarlo y sacarlo de la carrera presidencial, o robarle las elecciones dos veces. "Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad", decía Joseph Goebbels, propagandista Nazi.

Parte de construir esa narrativa, sin embargo, pasa por asegurarte de que tu versión es la que predomina en medios, que sea de la que se habla, vaya. Esta necesidad es doblemente imperante si pretendes construirla a nivel nacional y directamente proporcional a cuán alejada esté dicha versión de la realidad que pretendes cubrir. En ese sentido, a la presente administración le resulta punto más que indispensable controlar a los medios.

Comenzaron con la mañanera, que no es otra cosa que su manera de marcar agenda. ("Respetuosamente les pido que nos ajustemos en esta ocasión a preguntas sobre el avión, sobre la rifa") Pero haciendo agua en todos los frentes: económico, de salud, de seguridad y ahora en el del supuesto combate a la corrupción (el videoscándalo es un torpedo que estalló debajo de la línea de flotación del gobierno federal) la lucha por controlar el discurso es cada vez más férrea y hoy por hoy, amenaza a la libertad de expresión, básica en cualquier democracia.

El jueves pasado, la Secretaría de la Función Pública acusó a la Revista Nexos de Héctor Aguilar Camín, de falsificar un comprobante del INFONAVIT “para ocultar sus deudas en aportaciones patronales” y obtener “adjudicaciones millonarias”. La sanción, publicada en el Diario Oficial de la Federación, prohíbe a todas las dependencias del gobierno contratar servicios de ningún tipo con Nexos, además de imponerle a la publicación una multa que ronda el millón de pesos.
Es un intento burdo por acallar una voz crítica (que lo ha sido de todos los gobiernos, desde su fundación en 1978) que, por mencionar dos afrentas recientes, se atrevió a publicar datos que dejan adivinar la verdadera dimensión de la pandemia del COVID-19 en México y cuestiona, con información en mano, la política en materia energética de la administración Morenista. (Recomiendo encarecidamente revisar el blog “Taller de Datos” de dicha casa editorial, no tiene desperdicio)

La adjudicación “millonaria” a la que se refiere la SFP tiene un monto de apenas $66,000 pesos más IVA. El supuesto ocultamiento de deuda se debe, con toda probabilidad a un error de administración que quedó resuelto frente a la autoridad correspondiente hace dos años. Tan seguros están de ello, que los abogados de Nexos están prestos para defender la cargada. Por mi parte tengo mucho interés en ver en qué acaba el asunto. A Manuel López y su gobierno, cualquier confrontación por la vía legal le causa escozor y temblorina en las piernas y esta se trata de una batalla definitoria por un pilar indispensable en cualquier país democrático y abierto.



miércoles, 19 de agosto de 2020

El "Escenario muy catastrófico"

“La estimación más baja fue de 6 mil muertes, pero también se consideraron escenarios de 8 mil, 12 mil 500, 28 mil, incluso un escenario muy catastrófico de 60 mil. ¿Cuál de ellos es real? Todos pueden serlo” sentenció el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, la tarde-noche del 4 de junio, durante la conferencia vespertina. Ya esta declaración era un intento de enmendar la plana y desdecirse de otra proyección que pintaba un panorama mucho más halagüeño.

El caso es que el “escenario muy catastrófico” se cumplió. Al día de ayer, según los mismos números de “la vespertina” se contabilizaban 57,774 muertes por COVID-19 en territorio nacional. Hecho desde el cual obligadamente se desdobla la pregunta: ¿Estamos finalmente listos para admitir que la estrategia gubernamental frente a la pandemia fue un absoluto fracaso?

Usando el mismo rasero y calificativo que el vocero del régimen utilizó contra las cifras oficiales, ya puede hablarse de un desempeño “catastrófico”. O son increíblemente ineptos para enfrentar y contener un problema que tenían bien medido y estimado; o fueron absolutamente incapaces de dimensionar la gravedad de la amenaza en primer lugar. Ambos escenarios desnudan sus carencias.
(Y no, el asunto de las comorbilidades no los exime de nada: México no se hizo un país de obesos y malnutridos de la noche a la mañana. Las comorbilidades son condiciones dadas que se tienen que tomar en cuenta al momento de hacer las proyecciones. Culpar a un factor externo es admisión tácita de que no hicieron su trabajo)

E insisto, toda la crítica del párrafo anterior es confiando ciegamente en los números que presentan todos los días a las siete de la tarde desde Palacio Nacional. No me he metido en el debate de la inconsistencia de sus números y su peligrosa costumbre de subregistrar casos y manipular cifras, porque entonces el calificativo ya no puede ser meramente de incompetentes e incapaces, sino de miserables, mentirosos y criminales.

Pongamos como ejemplo la última declaración del subsecretario, que antier apuntó muy orondo que la pandemia “está en una clara fase de descenso” y que “el aspecto de la epidemia en México es muy positivo”, “consistentemente en la mayoría del territorio nacional disminuye la cantidad de casos diarios”

Decir que el aspecto de la epidemia es “muy positivo” es cuando menos insensible, cuando no macabro; considerando que le ha costado la vida a más de 57 mil personas. Y respecto a la disminución en el número de nuevos casos diarios, aunque verdadera, es sumamente engañosa.
Sucede que desde hace tres semanas han estado aplicando cada vez menos pruebas. Naturalmente, a menos pruebas, menos positivos. Pero disminuir las pruebas cuando tienes tasas de positividad diarias de entre 40 y 55% (esto es, cuando una de cada dos pruebas sale positiva) es absolutamente criminal. Es negarse a ver la realidad.


El Gobierno Federal tiró la toalla con este tema, intentando ocultar su incapacidad, su incompetencia, o su malicia, según se mire. Y lo peor es que, a cambio de minimizar los daños a su imagen, está sacrificando las vidas de los mexicanos, y parece estar perfectamente conforme con ese intercambio.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Lozoya no pisará la cárcel

Lozoya no pisará la cárcel. Quizá ni siquiera llegue a juicio formal. Se lo firmo desde ahorita y queda la entrada en este espacio como evidencia documental. Mi pronóstico es que nos van a alargar la novela hasta empalmarse con el proceso electoral 2021. El proceso judicial y las declaraciones se utilizarán para mover ficha política y avanzar casillas en el tablero, pero nada de ello devengará en detenidos de importancia, explicaciones concretas o aclaraciones oportunas (con nombres y cifras) de cómo se armó la red de corrupción para redireccionar dinero a la campaña de Peña.



Empecemos por aclarar que lo que estamos siguiendo al día de hoy —las audiencias, las declaraciones, etc.— son meramente procedimientos preliminares al juicio. Es la fiscalía diciéndole a Lozoya formalmente y frente a un juez, que tiene una querella con él y que lo acusa de determinados delitos. El juez en este momento acepta el procedimiento y dicta medidas cautelares para evitar que el imputado (Lozoya) se sustraiga de la acción de la justicia u obstaculice el proceso. En este caso los jueces decidieron aplicar la prohibición de salir del país, el control con brazalete electrónico (para rastrear su ubicación) y la obligación de presentarse a firmar al Reclusorio Norte de la capital dos veces al mes. Condición final que cumplió la última vez ¡a través de un correo electrónico! ¡Chulada!

Lo que seguiría (en un proceso normal) serían largos meses en los que la fiscalía tendría que reunir y presentar evidencias para sostener su acusación, con miras a un juicio formal. Pero esto, ya vimos, no va a ocurrir. A Lozoya se le están dando, en palabras del presidente, “ciertas consideraciones” a cambio de su colaboración para “conocer más” del entramado de corruptelas Odebretch - PEMEX - PRI. Y efectivamente, la Ley Federal para la Protección a Personas que Intervienen en el Procedimiento Penal efectivamente define la figura de “testigo colaborador”, que es como se le ha llamado a la situación de Lozoya. Pero, oh sorpresa, no existe disposición alguna ni en la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, ni en el Código Federal de Procedimientos Penales, en la que se establezca que el dicho de un testigo colaborador, por el solo hecho de serlo, tenga o merezca un valor convictivo pleno, superior o de aceptación obligatoria. Es decir, los dichos de Lozoya no son son suficientes para llevar a juicio a nadie.

Entonces ¿Qué ocurre? Pues nada, aplicando una cosa que se llama “criterio de oportunidad” la Fiscalía puede determinar no perseguir penalmente a Lozoya, en aras de conseguir información y perseguir un delito más grave del que a él se le imputa: Entiéndase a Peña o a Videgaray. Se interrogará al ex-director de PEMEX a conciencia y tenga la certeza de que todas sus declaraciones llegarán a los periódicos, pero nada de lo que diga, por si mismo, podrá ser prueba definitoria para llevar a juicio a ninguno de los otros dos. De manera que no nos acerca más a la justicia. Esto la Fiscalía y el Ejecutivo lo saben, y no les importa, porque el objetivo en realidad es el titular en primera plana y el golpeteo político resultante.

Ojalá me equivoque. Me tragaría gustoso mis palabras si alguno de los tres principales y más visibles implicados del caso terminan tras las rejas, porque eso implicaría que hay alguna semblanza de Estado de Derecho y de Justicia en este país.
El tiempo dirá...

miércoles, 5 de agosto de 2020

Educación y COVID

Desde el punto de vista cortoplacista de cualquier político mediocre, el tema educativo es una mala inversión. Cualquier reforma que se implemente hoy necesitará tiempo para echar raíz, madurar y dar frutos. Las primeras generaciones de estudiantes formadas en el nuevo sistema no se incorporarán al mercado laboral sino hasta varios años después. Y aún entonces les tomará tiempo generar el impacto esperado en la industria y la economía del país. Es mucho más redituable, políticamente hablando, inaugurar la gran mega obra o anunciar el siguiente programa social; encajan mejor esas iniciativas en los ciclos naturales de tres o seis años que tienen entre hueso y hueso.

La dinámica funciona igual en sentido contrario, como las consecuencias del descuido y el abandono al sistema educativo no se resienten de inmediato (por lo menos no en ese “ciclo político”) es mucho más fácil patear la lata con el problema hacia adelante, al siguiente gobernador o presidente municipal.


Esta incompatibilidad entre el ciclo educativo y el ciclo político es trágica, porque una población debidamente educada está mejor preparada para enfrentar los retos que un mundo económico globalizado y en constante movimiento nos presenta para salir adelante individualmente y como nación. Es la diferencia entre tener mano de obra barata vulnerable  subcontratada en el campo porque no saben leer, ni escribir, a tener empresas de alta tecnología en alimentos que quiera mano de obra calificada en el campo mexicano.

Todo esto, sin entrar en el tema cívico y social y lo que representa una ciudadanía más activa y preparada en la vida política de una nación.


¿A qué viene todo esto? La Crisis del COVID-19 (y en parte, la gestión que de ésta hizo la presente administración), hizo evidente esta fragilidad educativa que comentamos. Los últimos cuatro meses del ciclo escolar 2019-2020 fueron de incertidumbre y dudoso aprovechamiento, obligando a las instituciones públicas y privadas a utilizar herramientas y metodologías con las que muchos no estaban familiarizados, como las clases a distancia. Algunas escuelas incluso cerraron definitiva y anticipadamente el ciclo escolar. 

El impacto de esos cuatro meses puede aún paliarse, pero se acerca el principio del siguiente ciclo escolar y lejos de plantear una estrategia de mitigación y ajuste, la SEP y el Ejecutivo Federal parecen haberse desentendido del asunto


Cierto, en un curioso giro de los acontecimientos el presidente recurrió a las dos televisoras más grandes del país (a las que siempre había acusado de vendidas y corruptas) para, a cambio de un jugoso contrato de 450 millones de pesos, transmitir programas educativos en televisión y radio que tendrán “validez oficial”. Esta iniciativa hace agua apenas se le mira con algo de seriedad. ¿Cómo van a asegurarse de que los alumnos escuchen o vean los programas? ¿Qué herramientas de evaluación van a utilizar para validar que el conocimiento se adquirió?

Que bueno que transmitan programas educativos (con las debidas reservas a la calidad de dichos programas, juzgando los antecedentes a los que nos tienen acostumbrados) pero con todo respeto, es querer tapar el sol con un dedo. Eso sí, el anuncio fue negocio redondo para las televisoras, que además de conseguir el contrato vieron subir el valor de sus acciones en la Bolsa Mexicana; Televisa en un 8.95%, y TV Azteca en 7.01%.


La cosa se pone peor toda vez que consideramos que, por las consecuencias económicas de la pandemia, muchos padres de familia se verán obligados a sacar a sus hijos de instituciones privadas y esas legiones voltearan a ver al sistema público esperando una solución. ¿En dónde está? ¿Estamos listos para recibir el influjo adicional de estudiantes?


En fin, que me parece trágico que no se le esté dando al asunto la seriedad debida, por las consecuencias que podría tener no sólo en el próximo ciclo escolar, sino con miras a diez o quince años hacia adelante para el país.