jueves, 27 de abril de 2023

El caudillo como distractor

 

Debo confesarme, queridos lectores. Muchas veces he criticado aquí la idea que tenemos en México de que el Gobierno empieza y acaba en una persona. He criticado la filosofía del caudillo redentor que cada seis años viene a vender espejitos, queriendo convencernos de que él y sólo él tiene las soluciones a los problemas del país. He usado este espacio para defender la idea de un gobierno de instituciones, que trascienda a las personas que los hacen funcionar porque están acotados por reglas claras, balances y contrapesos.


Pues bien, a pesar de que estoy convencido de todo eso, caí en la trampa de dedicarle una parte de mi tiempo y mis recursos intelectuales al juego que se montaron alrededor de la salud del presidente durante la primera mitad de esta semana. El morbo y la inercia me invitaron a especular en las sobremesas y en las charlas con familiares y amigos; como si la destrucción sistemática de esta administración dependiera o fuera responsabilidad única de él. Y no, nada más lejano a la realidad.


Sirva como ejemplo la coordinada sinfonía de destrucción legislativa que organizaron los diputados entre martes y miércoles. Primero, el presidente se desvanece el domingo en un evento en Yucatán. El vacío de información invita a la especulación, al cuestionamiento, a la distracción. Y mientras el presidente (aún estando ausente) ocupa la atención del grueso de la población, en la Cámara de Diputados se organiza una maratónica sesión de más de 30 horas para aprobar al vapor, sin lectura ni respeto al debido proceso, una andanada de reformas que cimbran nuestro andamiaje institucional. Cometido el despojo y para minimizar el riesgo de que éste llegue a recibir atención, la figura caudillista regresa a la palestra a través de un video en redes sociales. Se mantiene como falso eje, como falsa figura central. 


“¿Ya vieron? ¡No tiene nada!”, “Que mezquindad la de desearle la muerte”, “No, no, el video es falso, usaron un doble”. Con cada nuevo comentario el inquilino de palacio (y toda la caterva de impresentables que lo rodea) se frotan las manos. El plan funciona. No sólo se asienta la idea del caudillo, sino que éste funciona como sombrilla que cubre lo que otros hacen o deshacen.


No, no es una jugada maestra, ni siquiera es una estratagema compleja. Es un simple acto de distracción que funciona porque estamos todos demasiado concentrados en la figura del presidente. Urgenos (y aquí me incluyo) quitarnos esa tara. 

¡Pasemos página, pues! ¿Qué aprobaron mientras nos perdíamos en especulaciones estériles sobre la salud del presidente?


1.- La extinción del INSABI, el Instituto de Salud para el Bienestar que reemplazó (es un decir) al Seguro Popular y que nos iba a llevar a tener un sistema de salud como el de Dinamarca. En su lugar, se le cargará la mano a un IMSS sin recursos y al montón de derechohabientes que sí pagan, para terminar de colapsar un sistema que es de por si inoperante.


2.- Ofrecer la operación del Tren Maya al ejército, garantizando que los títulos de asignación de vías férreas “deben mantenerse siempre en manos del Estado y que debe existir una temporalidad indefinida de éstos”. Otro regalito para las Fuerzas Armadas que cada vez se injertan como quiste en la vida civil del país, absorbiendo funciones que no les corresponden


3.- A través de modificaciones a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y la Ley de Aviación Civil, se le conceden a la SEDENA nuevas facultades “que le permitan actuar ante la ocurrencia de actos ilícitos en contra de las operaciones aeronáuticas, que puedan afectar la seguridad nacional, en concurrencia con las autoridades civiles”


4.- Un proyecto que modifica la Ley General del Turismo y la Ley Federal de Derecho, de tal suerte que los ingresos fiscales por la recaudación del derecho de estancia a las personas extranjeras en lugar de ser enviados al Fondo Nacional de Fomento al Turismo, sean destinados a “proyectos e inversión en servicios aeroportuarios, aeronáuticos, ferroviarios, turísticos, culturales, entre otros de diversa índole”. Léase, a proyectos como el Tren Maya o el AIFA, los opacos caprichos del presidente. 


5.- La extinción del CONACYT y su sustitución por otro organismo en el que, sí, las Fuerzas Armadas formarán parte de su órgano de gobierno

 

Así que, como ve, hay mucho que hacer. Las reformas aprobadas al vapor aún deben pasar por la cámara de senadores. Es imperativo que las detengamos, que hagamos la presión que sea necesaria y que en lugar de poner nuestras esperanzas (o desesperanza) en los caudillos usemos a las instituciones. 




jueves, 20 de abril de 2023

INAI


La transparencia y el libre acceso a la información del Estado, derechos garantizados por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el INAI, son el arma más efectiva que los mexicanos hemos tenido para vigilar y acotar la corrupción gubernamental. No es casualidad ni capricho que el INAI forme parte del Sistema Nacional Anticorrupción.


Por supuesto, el Instituto es un flagelo terrible para la presente administración; siendo fuente de información invaluable para el periodismo de investigación. Fue por solicitudes al INAI, por ejemplo, que nos enteramos de la Línea 12, de Segalmex, de la Casa Gris, de los contratos de PEMEX con la prima del presidente entre muchos otros. No es ninguna sorpresa que desde el púlpito mañanero arremeta contra él con la misma cantaleta de siempre: que es caro, que es redundante y banal, etc.


Y es que hoy al presidente le duele, por supuesto. Hoy el mundo ideal del presidente incluye un INAI inoperante y castrado. ¡Qué corta memoria! Apuesto a que no pensaba que el instituto era caro cuando colaboró para que nos enteramos del pago de favores de la Casa Blanca. Ni creía que era un ejercicio banal cuando ofreció las pistas y la evidencia de las redes de corrupción de la Estafa Maestra. Y casi apostaría los años de trabajo en esta columna a que cuando cayó en sus manos el caso Odebrecht, o el de los 42 de Ayotzinapa nadie estaba más contento que él con la existencia del INAI. ¡Ay, qué diferente es lidiar al toro como titular del Poder Ejecutivo, que ver los toros desde la barrera como oposición!


El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales es una institución que deberíamos procurar y defender tanto como el INE. Igual que este, es una institución admirada y reconocida internacionalmente, pionera en su clase. Botón de ejemplo: Gracias al INAI México se convirtió en el primer país del mundo en tener una plataforma digital en internet a través de la cual la población pudiera hacer solicitudes de información sobre el actuar de los servidores públicos. Fue tan exitoso el modelo que Alemania, España, Perú, Chile y muchas otras naciones se pusieron en contacto para instalar sistemas similares en sus países.


No descarto que, como el INE, también el INAI tenga muchos puntos que podría desarrollar y mejorar. Son instituciones vivas que deben adaptarse y aprovechar los cambios tecnológicos. Pero en general, son bastiones que funcionan bien y garantizan el devenir de nuestra vida en democracia.

Y esa es la otra cuestión. El presidente sabe que el INAI puede dinamitar una popularidad lo suficiente como para hacerle a uno perder elecciones. Le pasó a Peña y al PRI, que en su momento de mayor triunfo (las reformas estructurales del “Pacto por México”) les jaló la alfombra de debajo de sus pies con la Casa Blanca. Andres Manuel no quiere arriesgarse a que le ocurra lo mismo. Como le he venido repitiendo, no tiene la seguridad de poder ganar las próximas elecciones y está haciendo todo cuanto puede por influenciarlas desde hoy y garantizarse un piso de competencia favorable.


No se extrañe, pues que el presidente apunte al INAI, pero tampoco se quede de brazos cruzados. Exíjale a su legislador, del color que sea, que se nombre pronto a los comisionados faltantes. Hagamos nuevamente gala de nuestro músculo ciudadano y protejamos a este indispensable actor de nuestra vida pública y comunitaria.





viernes, 14 de abril de 2023

La naturaleza del político...

Continúa el proyecto insignia de este gobierno, la magna cruzada por la centralización del poder, la arbitrariedad en su ejercicio y la absoluta opacidad en su administración. La batalla es cada vez más desesperada, porque a Palacio Nacional se le acaban el tiempo y las opciones. Así, pasamos del INE, al TEPJF, al INAI. Si una institución se dedica a acotar, supervisar, o sancionar al gobierno, entonces la presente administración lo identifica como un obstáculo y asedia con todo el ariete mediático que es capaz de convocar.

Hay que agradecer, hasta cierto punto, este terrible modus operandi. Porque ha hecho evidente la desfachatez y sinvergüenza de la supuesta oposición. Nos ha dejado claro que los políticos y partidos, independientemente del color de su camiseta, están de un mismo lado de la cancha y que la sociedad y el país están del otro. No es bonito, no es como nos lo platican en las clases de civismo de Secundaria, pero así es. Ya sea en la conformación del Comité Técnico de Evaluación para los consejeros del INE, ya sea en la propuesta para emascular al Tribunal Electoral y en cada ocasión que se les ha presentado, su discurso y su actuación lucen absolutamente desconectadas.

Así es el político, un animal camaléonico dispuesto a apoyar hoy lo que ayer apasionadamente rechazaba. Experto en tomar el camino del mínimo esfuerzo y caer en los pozos más profundos de la incongruencia si con eso se mantiene viviendo del erario un sexenio más.

Es bueno, repito, que nos estemos enterando de esto. Que identifiquemos las reglas del juego y empecemos a reconocer a nuestros compañeros de equipo, no en el lejano “representante” del curul color azul, guinda o amarillo, sino al ciudadano que tenemos al lado, con el que podemos dialogar, definir y echar a andar iniciativas y proyectos que nos beneficien a nosotros.

Entiendo si mis palabras lo hacen caer en el desánimo. No es fácil mantener la guardia alta cuando parece una batalla desigual y que el rival tiene todas las ventajas. Pero le invito a recordar las batallas ganadas, como la defensa del INE (en un movimiento social con contadísimos precedentes en este país) y la malograda reforma al TEPJF, en la que originalmente estaban todos los partidos montados y que aún así la presión ciudadana detuvo.

Estas victorias se consiguen por la naturaleza misma del político, por lo que és y por su propio interés. Porque nueve de cada diez veces, el político se va a doblar ante la presión. Como idelógicamente no defienden nada más que su hueso, son unas veletas que abrazarán las causas que les aseguren quedar bien con sus votantes y sólo hasta donde éstos se lo exijan. Ni más ni menos. A esto me refiero cuando los llamo “expertos en tomar el camino de menor resistencia”.

Otra buena descripción del político es la de “gestor de las prioridades sociales”. El gran problema en México es que la sociedad que debería ejercer la presión y marcar las prioridades, ha estado ausente y poco organizada durante mucho tiempo. Sin nadie que les empuje a la acción, nuestros políticos han vivido de hacer lo mínimo indispensable: nomás hacer la pantomima de tratar de diferenciarse un poquito cada seis años, mientras tienen sus arreglos y repartos el resto del sexenio.

Ver que esta dinámica está empezando a cambiar, le digo, a mi al menos me llena de esperanza. Se viene ahora la batalla por el INAI una nueva oportunidad para mantener y cristalizar esta oleada de compromiso cívico. Le digo, el único regusto desagradable que me queda es que, en una de esas, le acabo reconociendo y agradeciendo algo a la presente administración.




miércoles, 5 de abril de 2023

Iberdrola


Paréceme que el presidente erró su profesión. Lejos de hacer carrera en la política el señor debería haberse interesado por la mercadotecnia. Tiene mucha facilidad para vender sus más irracionales caprichos y más estrepitosas derrotas como brillantes proyectos e históricas victorias nacionales. Si esta facilidad le viene de su propio ingenio y habilidad con las palabras, o es resultado del pobre estándar al que lo sujeta el grueso de la población, es más difícil de decir.


En su último gran despliegue de prestidigitación verbal para transformar en gloria su fracaso, Andrés Manuel López Obrador se refirió a la compra de trece plantas de generación eléctrica, hasta ahora de la empresa Iberdrola, como una “nueva nacionalización”, “algo extraordinario”, un “acuerdo histórico”. 

Son palabras muy grandilocuentes para referirse a lo que, en esencia, es una de las salidas de capital más importante en lo que va de sexenio.


Iberdrola llegó a México a finales de los noventas e invirtió en el país (sobre todo a raíz de la reforma energética de 2013) miles de millones de dólares hasta convertirse en la segunda empresa más importante en materia de generación eléctrica en el país, detrás sólo de la propia CFE. Entre sus planes para esta década estaba la inversión de alrededor de 15 mil millones de dólares anuales en energías limpias, para cumplir con sus objetivos globales de descarbonización. 


México pudo haber recibido parte (o toda) de esa inversión. Pero la errática política energética en México, incapaz de establecer reglas claras de operación. El abandono del esquema de subastas (poner a competir a todos los jugadores del sector, incluída la CFE, a ver quién ofrecía más barata la energía y comprársela a ese) y la andanada de ataques verbales y jurídicos orillaron a Iberdrola a decir “Sabes qué, hasta aquí llegué. Aquí no hay manera de trabajar. Vende”


Así, en lugar de que un privado invierta en México y desarrolle infraestructura limpia, el gobierno mexicano pagará porque la empresa más ineficiente del mercado (CFE, por diferentes razones produce energía a 1,280 pesos el MWh, en promedio a los privados les cuesta sólo 385 pesos) opere el cascajo (87% de sus activos) que el privado ya no quiere, por contaminante o porque no entrá en planes. Por sus molestias, la empresa española se lleva 6.000 millones de dólares que habrán de salir de deuda y en último término, del bolsillo de los mexicanos.


México no gana absolutamente nada con esta compra. Las instalaciones adquiridas no añaden un sólo watt a la capacidad de generación de nuestro país porque ya existían, ya estaban operando para México. Acaso, la ineficiencia de la CFE termine contagiándose a la operación de estas centrales eléctricas y terminemos con energía más cara. Lo que el mandatario aplaude como “el rescate definitivo a una empresa pública fundamental como es la Comisión Federal de Electricidad” pudiera ser en realidad la losa que termine de enterrarla en su propia tumba financiera.


En esta compra-venta de activos, el único que gana es Bartlett, el presidente de la paraestatal. La CFE ampliará su participación en el mercado a un 55 por ciento, frente al 39 por ciento actual, ganando también el control que ello conlleva, especialmente en el noreste país.

¿A cuántas empresas, fábricas e industrias no puedes maniatar cuando eres el único proveedor de electricidad? ¿Cómo le caería un apagón generalizado en el Estado de México o en Zacatecas, si las cosas se tuercen contra el partido del presidente?


Le digo, la habilidad del presidente para vender espejitos es extraordinaria. La obsesión porque los libros de historia lo recuerden como un nuevo Cárdenas, con su “Nueva Nacionalización”, preocupante… Pero que como sociedad le compremos ambas es quizá lo más alarmante