La transparencia y el libre acceso a la información del Estado, derechos garantizados por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el INAI, son el arma más efectiva que los mexicanos hemos tenido para vigilar y acotar la corrupción gubernamental. No es casualidad ni capricho que el INAI forme parte del Sistema Nacional Anticorrupción.
Por supuesto, el Instituto es un flagelo terrible para la presente administración; siendo fuente de información invaluable para el periodismo de investigación. Fue por solicitudes al INAI, por ejemplo, que nos enteramos de la Línea 12, de Segalmex, de la Casa Gris, de los contratos de PEMEX con la prima del presidente entre muchos otros. No es ninguna sorpresa que desde el púlpito mañanero arremeta contra él con la misma cantaleta de siempre: que es caro, que es redundante y banal, etc.
Y es que hoy al presidente le duele, por supuesto. Hoy el mundo ideal del presidente incluye un INAI inoperante y castrado. ¡Qué corta memoria! Apuesto a que no pensaba que el instituto era caro cuando colaboró para que nos enteramos del pago de favores de la Casa Blanca. Ni creía que era un ejercicio banal cuando ofreció las pistas y la evidencia de las redes de corrupción de la Estafa Maestra. Y casi apostaría los años de trabajo en esta columna a que cuando cayó en sus manos el caso Odebrecht, o el de los 42 de Ayotzinapa nadie estaba más contento que él con la existencia del INAI. ¡Ay, qué diferente es lidiar al toro como titular del Poder Ejecutivo, que ver los toros desde la barrera como oposición!
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales es una institución que deberíamos procurar y defender tanto como el INE. Igual que este, es una institución admirada y reconocida internacionalmente, pionera en su clase. Botón de ejemplo: Gracias al INAI México se convirtió en el primer país del mundo en tener una plataforma digital en internet a través de la cual la población pudiera hacer solicitudes de información sobre el actuar de los servidores públicos. Fue tan exitoso el modelo que Alemania, España, Perú, Chile y muchas otras naciones se pusieron en contacto para instalar sistemas similares en sus países.
No descarto que, como el INE, también el INAI tenga muchos puntos que podría desarrollar y mejorar. Son instituciones vivas que deben adaptarse y aprovechar los cambios tecnológicos. Pero en general, son bastiones que funcionan bien y garantizan el devenir de nuestra vida en democracia.
Y esa es la otra cuestión. El presidente sabe que el INAI puede dinamitar una popularidad lo suficiente como para hacerle a uno perder elecciones. Le pasó a Peña y al PRI, que en su momento de mayor triunfo (las reformas estructurales del “Pacto por México”) les jaló la alfombra de debajo de sus pies con la Casa Blanca. Andres Manuel no quiere arriesgarse a que le ocurra lo mismo. Como le he venido repitiendo, no tiene la seguridad de poder ganar las próximas elecciones y está haciendo todo cuanto puede por influenciarlas desde hoy y garantizarse un piso de competencia favorable.
No se extrañe, pues que el presidente apunte al INAI, pero tampoco se quede de brazos cruzados. Exíjale a su legislador, del color que sea, que se nombre pronto a los comisionados faltantes. Hagamos nuevamente gala de nuestro músculo ciudadano y protejamos a este indispensable actor de nuestra vida pública y comunitaria.
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