miércoles, 19 de septiembre de 2018

Golpeteo y contradicciones

Más de alguna vez a Mario Moreno le tocó interpretar a su popular personaje Cantinflas como político y candidato. Llevando al (ficticio) espacio público su característica manera de expresarse (y a veces hasta de contradecirse) consiguió sacarle a más de alguno una sonrisa con los malentendidos que provocaba y sus exhasperantes disparates. Por suerte para los personajes, Cantinflas era un personaje de humor sano y la cosa siempre acababa bien para casi todos los involucrados y la trama solo tenía importancia durante la duración de la película.

El problema es que no estamos en una película y en la vida real las declaraciones desafortunadas y contradictorias cuestan.

A principios de mes Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México (detalle no menor que conviene recordar en todo momento), sorprendió a propios y a extraños al declarar que recibía a un México estable, sin crisis política, sin crisis financiera. Que había problemas, seguro, pero que también había las condiciones para que él trabajara con su plan de gobierno. Hasta ahí todo bien. Es una declaración responsable. Sorprendente, quizá, porque el macuspano había construído toda su imagen de opositor a base de lapidar al gobierno en turno, pero razonable de un presidente electo que quiere una transición tranquila.

Luego dio el bandazo, el golpe de timón inentendible e irresponsable. 
Durante el arranque de su “Gira de Agradecimiento” (porque parece que la palanca de velocidades se le atascó en “Modo Campaña”) Andrés Manuel salió con la puntada de que le sería imposible atender todas las demandas del país, pues este se encuentra “en bancarrota”. 
¡Ah, caray! ¿En bancarrota? ¿Cuando somos el país número quince en tamaño del PIB nominal? ¿Cuando las finanzas del país están sanas y el FMI ofrece línea de crédito sin condiciones? ¿Cuando las calificadoras nos han mantenido como un país sólido para invertir? ¿Cuando tenemos las reservas internacionales más grandes de la historia? ¡Bancarrota la de agosto del 82, cuando hubo que suspender pagos y se dispararon los intereses!

Si fuera todavía candidato, o Juan Cuerdas, el abarrotero de la esquina, la desproporcionada declaración no habría pasado a mayores, pero se trata del presidente electo de la nación. Para los inversionistas la confianza lo es todo, es el punto de partida para iniciar proyectos que generen empleo y muevan la economía. Si después de salir de su reunión con el Secretario de Hacienda (el viernes) el presidente electo se avienta esta puntada ¿Dónde y cómo cree que quede la confianza para invertir en dicha nación?

Ahora, también es cierto que Andrés Manuel no es ningún tonto y sabe jugar el largo plazo (18 años de batalla por la presidencia lo demuestran). Este comentario no es al azar, es paliativo, preparativo para tener a alguien o a algo a quien culpar cuando no pueda cumplir con lo ofrecido. Así ha ido sembrando las semillas de los argumentos que le veremos usar en el futuro. ¿O a poco cree que el golpeteo a Banxico, por ejemplo, es de a gratis?

El lunes pasado salió a decir que si hay crisis económica en su gobierno (que ojo, ya desde ahí es advertencia) será culpa de un mal manejo de la política financiera de parte de Banxico. Habiendo señalado al culpable antes siquiera de que haya delito que perseguir (por que la hipotética crisis aún no se da) basta con que cualquier cosa salga mal para que los más fervientes seguidores morenistas pidan la cabeza de la institución y vayan a entregarle la máquina de hacer dinero de regreso al poder ejecutivo. Y entonces sí, agárrese, porque veríamos unas cifras de inflación de miedo.

Andrés Manuel funciona y prospera en una atmósfera de indignación y constante llevar la contraria a cualquiera que no sea él. Ponga cuidado, veremos muchos más ataques a Banxico, a las asociaciones civiles, a las instituciones no centralizadas y, en general, a todo lo que no le represente o no pueda controlar. Tenga cuidado y estemos prestos para defender, con dato duro en mano, lo que tomó años construir.



miércoles, 12 de septiembre de 2018

12 días de legislatura

Doce días. Bastaron únicamente doce días para que la nueva legislatura confirmara lo que mucha gente ya sospechábamos: Que la prometida cuarta transformación es un gordísimo taco de lengua y poco más, que el “cambio” fue una magnífica jugada para que quedaran los mismos al frente de la orquesta pero que los músicos (los que chambeamos, pues) dejáramos de quejarnos.



¿Por dónde empezar a la larga lista de puntadas que se han aventado nuestros “representantes”? Quizá por el tema de austeridad, que tanto han cacareado. ¿Se acuerda de la promesa de que nadie ganaría más que el presidente? ¿De que se recortaría el dispendio en el poder legislativo? Pues váyala sumando a la lista de promesas que no veremos cumplidas. Ayer martes salió el coordinador de Morena en San Lázaro que “dijo mi mamá que siempre no” y que por “Falta de acuerdos” no bajará el sueldo a los nuevos diputados. “Falta de acuerdos” cuando Morena tiene, por si mismo, más de la mitad de los curules para pasar la ley que se le dé la gana. ¡Chulada! 

Ah, pero nada de eso ha impedido que los morenistas se sigan llenando la boca con el discurso de austeridad republicana. El lunes apareció en las redes sociales del presidente del Senado, Martí Batres, un vídeo donde presumía el “tupper” que “lo ha acompañado en los últimos años” y se atrevió a lanzar el “tupper challenge”
“Lo llevo en el coche y lo desayuno en el automóvil, en la oficina, y traigo aquí mis uvas y mis quesadillas. Así he trabajado y así le voy a seguir haciendo. En esta primera semana de trabajo formal en las sesiones ordinarias, así es como le he hecho con mis alimentos" dice este cínico. Habrá que darle un premio por sumarse a las legiones de Godinez que en este país hacen eso no por obligación, sino ahorrativa por necesidad. En una de esas puede explicarnos qué fue lo que pasó con la licencia de Manuel Velasco mientra esperamos nuestro turno en la fila del microondas.

Porque la de Velasco es otra que merece señalarse por el absoluto desparpajo con el que tuercen la ley quienes están encarados de diseñarla y hacerla valer.
Sucede que Manuel Velasco, a fin de acomodar todas sus ambiciones sin renunciar a nada, consiguió desde agosto que el Congreso de Chiapas hiciera modificaciones a la Constitución de aquél estado para poder ser gobernador sustituto de sí mismo.
Así, pidió licencia de la gubernatura para tomar posesión como senador y apenas jurado pidió licencia como senador para irse de gobernador sustituto.

La cosa no habría sido más que anecdótica si todo se hubiera resuelto así a la primera, pero resulta que en una primera votación, sus compañeros senadores le negaron la licencia. Aparentemente, todavía había algunos negocios que arreglar entre el Partio Verde y Morena y la mentada licencia pendiente era una excelente manera de acalambrar y aflojar a lo del partido del tucán.
Al final, se hizo público que cinco diputados del Partido Verde pasarían a la filas de Morena, con lo que este partido llegaba a la absoluta mayoría en la Cámara. A cambio, dijo Arturo Escobar y Vega, coordinador de los legisladores verdes, conseguían el “éxito rotundo” de un vaguísimo “presupuesto extraordinario” para la atención a pequeños con cáncer en el próximo ejercicio fiscal.
Sorprendentemente, hecho este aviso, el Senado estuvo dispuestísimo a volver a votar el tema de Manuel Velasco y concederle su licencia, el mismo día y durante la misma sesión en la que se la habían negado originalmente.

Al final, tal parece que esta 4ta transformación en serio se volvió una transformación de cuarta y seguimos en las mismas. ¡Ah, qué curiosita la LXIV Legislatura!

miércoles, 5 de septiembre de 2018

El ejemplo de Argentina

Muchas veces, durante las tres largas campañas electorales en las que participó, se comparó a Andrés Manuel con Hugo Chávez. A manera de amenaza, se hablaba de que transformaría a México en Venezuela y de que quedaríamos tan mal como están ahora nuestros hermanos del cono sur; huyendo del país en busca de mejores oportunidades.
No digo que no sea posible. Con la mayoría en ambas cámaras Andrés Manuel puede hacer prácticamente lo que se le antoje con el país, hasta reformar la constitución si hiciera falta (tal como hiciera Chávez en 1998). Pero sí digo que probablemente la predicción sea fatalista. Es tener demasiada poca confianza en nuestras instituciones.

No, si yo tuviera que dar un ejemplo de cómo podríamos acabar, quizá no nombraría a Venezuela, sino a la Argentina de los Kirchner. 
Durante doce años (2003 - 2015) los argentinos estuvieron gobernados por Néstor y Cristina Kirchner, marido y mujer. Su plataforma política, el kirchnerismo, se declara en contra de las políticas “neoliberales” (jamás hubo palabrita peor utilizada), y rechaza «el ajuste», o a la austeridad económica y el princípio simplísimo de no gastar más de lo que se recauda. Los Kirchner y sus seguidores están de acuerdo con la intervención estatal en el mercado y el rechazo a los tratados de libre comercio, llegando a poner impuestos a la exportación para favorecer el mercado interno. 

La relación entre el kirchnerismo y su oposición es conflictiva; pues según algunos analistas, el kirchnerismo divide a la sociedad entre quienes son "patria" y quienes son "antipatria". Entre ambos hay un círculo vicioso de desprecio y descalificaciones que se retroalimenta hasta el hartazgo. ¿Le parece conocido todo lo que le estoy diciendo? ¿Nota las similitudes?


Hoy, Argentina es noticia por estar al borde de una crísis económica y financiera de espanto. Los culpables son distintos dependiendo de a quién le pregunte y en qué parte del espectro político esté parado. Sucede que desde hace tres años es Muricio Macrí quiene está al frente del gobierno y su política económica es radicalmente opuesta a la de sus antecesores. Entonces, quien apoya al kirchnerismo le achaca la crisis a los malos manejos de Macri, quien apoya a Macri culpa a los dos Kirchner. (Si comentamos que parte del modus operandi de los gobiernos populistas es dividir a la población ¿verdad?)

La realidad es un poquito más compleja. 

El gobierno había estado impulsando la economía nacional (cerrada a inversión extranjera y con fuertes controles cambiarios, de exportación e importación) a través de deuda pública y sobre todo, déficit fisca y muchísima impresión de papel-monedal. Los Kirchner, sin embargo, fueron hábiles. A través de reestructuraciones en 2005 y 2010 hicieron prácticamente imposible estimar el monto real de la deuda externa, e incluso eludieron la determinación de un juez de hacer los pagos exigibles, todo esto mientras seguían ensanchando el déficit con subsidios, apoyos y una pésima administración de las empresas estatales (que se volvieron cosa corriente en la administración intervencionista de la pareja)

Cuando llega Macrí al poder y trata de airear las cifras, reducir los controles cambiarios y abrirse al mercado internacional, Argentina se enfrenta a la terrible realidad de que necesita un ajuste inflacionario y su moneda se devalúa. Macrí había pretendido hacer la transcición de manera gradual, tratar de salir del agujero poco a poco. Pero se ve tibio, los inversionistas no ven claro cómo y cuándo llegarán los ajustes prometidos y dudan. La moneda argentina se sigue desplomando (depreciación del 93% frente al dólar en lo que va del año), no hay inversión extranjera y el nuevo presidente tiene que seguir pidiendo dinero.

Al día de hoy, tres años después de la salida de los Kirchner, la deuda Argentina está calculada en 250 mil millones de dólares y no hay cómo pagarla. Con el país al borde del default y el consumo interno detenido, porque ya no está subsidiado, la cosa no pinta para nada bien.

Trace los paralelismos y haga las comparaciones que usted guste, pero la próxima vez que alguien le pregunte por López, tenga en mente un viejo refrán: Cuando las barbas de tu vecino veas cortar...

sábado, 1 de septiembre de 2018

El costo de la corrupción

Columna invitada enviada por nuestro colaborador y amigo, René Galindo (Síguelo en Twitter: @ReneGalindo1)

Los efectos de la corrupción no tienen fronteras ni nacionalidades. Eso se vio en estas semanas ante la tragedia ocurrida en la ciudad de Génova donde poco más de 100 metros de un puente colapsaron durante una tormenta en la que la naturaleza solo dio el último empujón para que la tragedia ocurriera. La desgracia de Génova ha despertado nuevamente el debate acerca de la corrupción, pero también el del beneficio de las siempre populares políticas de austeridad que muchos pregonan en la campaña y los costos que luego se tienen que pagar en el afán de ahorrar parte del presupuesto. 


A pesar de lo bien que pueden sonar, las medidas de austeridad son un arma de dos filos y eso se debe de tomar mucho en cuenta a la hora de elegir a un gobierno que promete eso. Así fue como en Italia llegó el Movimiento 5 Estrellas del comediante Giuseppe “Beppe” Grillo al poder y que, a pesar de que las políticas de austeridad aplicadas por el gobierno “pentastellato” en la capital italiana no habían funcionado, aún así se les dio la confianza para que tuvieran una mayoría relativa muy importante en ambas cámaras. 

Las políticas de austeridad de los últimos gobiernos combinadas con la corrupción imperante durante el último gobierno Berlusconi han dejado ver los puntos débiles de una Italia con una deuda pública altísima, pero con poca inversión en la tan necesaria infraestructura en relación con otros países europeos. La tragedia del puente Morandi en Génova no se debe de repetir y es ahora donde se cuestiona la efectividad de aplicar políticas de austeridad a todo. 

No puedo evitar pensar en lo que el presidente electo decía en campaña y continúa diciendo. Como al parecer la reducción del gasto público es la solución para todos los problemas de un país. El problema no es gastar, sino saber en qué se está gastando, tener transparencia en todas las obras públicas, desde una calle hasta el aeropuerto entero. Pero estas obras son necesarias para un país y hacerlas bien permite evitar grandes tragedias como la de este puente cuyo colapso ya cobró la vida de 40 personas y contando. No podemos pensar que solo la austeridad nos hará ricos, hay que saber usar esa riqueza e invertirla en el mantenimiento de la infraestructura y en proyectos productivos para un país.