miércoles, 29 de abril de 2020

Moditos y floreros.

“No me gusta el modito” dijo el presidente sobre la iniciativa de BID Invest y el Consejo Mexicano de Negocios -anunciada el domingo-, que pone a disposición de las mipymes de este país un fondo de 12 mil millones de dólares para créditos.”¿Qué nosotros estamos de floreros?”

Las declaraciones del lunes desnudan, una vez más, la mentalidad centralista y autoritaria de quien hoy despacha en Palacio Nacional. Desde su perspectiva, el Estado debe estar al frente y al centro, debe ser el único actor y el único proveedor de soluciones. Entiende el ejercicio del poder como una relación Papá Gobierno - Hijo Pueblo francamente obsoleta y enfermiza, en donde necesita que la población permanezca débil y dependiente de su magnanimidad. 

Y por otro lado, desnuda su absoluta ignorancia. Acusa que “lo que está demostrado es que esos rescates de arriba son equivalentes a corrupción” y que “estamos pendientes del manejo de las reservas”, porque “ese dinero no es de Banxico, es de la nación” demostrando que no entiende de qué se trata la propuesta de BID Invest, ni de cómo diantre funciona el Banco de México ni las reservas internacionales. Literalmente, está usando palabras largas para sonar más inteligente aunque no sepa ni lo que está diciendo.

La propuesta de BID Invest y el Consejo Mexicano de Negocios es enteramente de capital privado. Por lo que no hay absolutamente ningún riesgo para los fondos y recursos públicos. Tampoco se trata de un “rescate”, son créditos revolventes; es decir, créditos que no tienen un número o monto fijo en sus cuotas, parecido a como funcionan las tarjetas bancarias. Lo que estos empresarios pretenden es sencillamente hacer sinergia para paliar un poco los efectos de la crisis económica que ya se adivina. 

Y lo más curioso del asunto es que al interior del mismo gobierno federal no lo ven mal. El domingo en la tarde, luego del anuncio, el pacto ya contaba con el respaldo de la SHCP (según la propia BID Invest) e incluso fue replicado en la cuenta Twitter de la Secretaría de Economía. Pero al parecer, nadie le había avisado al macuspano. 

“¿Qué nosotros estamos de floreros?” Pues sí, señor Presidente, si están. El Plan de Emergencia Económica de su gobierno es un coágulo de buenas intenciones, ideas absurdas y palabras bonitas que no alivia en nada la problemática. Los asuntos de los que debería estar enterado los desconoce por completo y cada mañana sale a su conferencia de prensa matutina a verse bonito y “presidencial” y poco más.

Es una tragedia que iniciativas privadas, con capital privado y de las que usted y su gobierno no tienen nada que perder y todo que ganar, le generen tanto repelús. Evidencia hasta su falta de talento político. Marcelo Ebrard, su canciller, al menos fue más agudo y trató de colgarse la medallita diciendo que el acuerdo y el programa eran en común acuerdo con el gobierno federal como para sumar puntitos. A usted ni para eso le dió.

No se sorprenda, señor presidente, si estos “moditos” que tanto le irritan se empiezan a replicar y se vuelven cada vez más comunes. Para México es ya muy evidente que su función, llegados a este punto es, cuando no abiertamente obstructiva, meramente decorativa.


miércoles, 22 de abril de 2020

Ilógica Amnistía

El Senado de la República aprobó este lunes la Ley General de Amnistía, una iniciativa con la que pretende regresar a las calles a más de cinco mil personas que supuestamente están en prisión de manera injusta. 

La ley, en el papel, suena razonable. Es cierto que México tiene una sobrepoblación carcelaria grave y es cierto que hay centenares de personas a las que no se les respetó su derecho al debido proceso. No rechazaría, a botepronto, la liberación de personas encarceladas por el delito de aborto, o los llamados “presos políticos”, por ejemplo.

Desafortunadamente, la ley no existe en una burbuja y debe ser evaluada en su contexto. Ahí es donde las cosas se tuercen.

En primer lugar, la ley no soluciona nada de fondo y por lo tanto es un feo parche, una solución temporal, en el mejor de los casos. Las causas que llevaron a delinquir a las personas beneficiarias de la amnistía siguen ahí. La falta de apego a derecho y al debido proceso por parte de las autoridades judiciales y policíacas sigue ahí. La influencia e injerencia de los grupos criminales entre la población vulnerable sigue ahí. Así que sí, aunque el Senado insista en que las acciones de estas personas “no ponen en evidencia la intención de volver a delinquir”, la realidad es que el tablero está cargado en su contra.

Segundo, no hay confianza en el proceso de criba para elegir quienes salen y cómo van a distinguir a esas personas “obligadas a cometer delitos contra la salud, posesión y tráfico de drogas”. Toda la redacción me suena bastante a darle un salvoconducto a los pequeños traficantes y distribuidores de los cárteles para que vuelvan a las calles. Esto, en un contexto en el que apenas el mes pasado (Marzo) fue el más violento de la presente administración (3,078 asesinatos, de acuerdo con las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública), pues como que no me cuadra. 

Tercero, la justificación para presentar la legislación fue la necesidad de evitar contagios y aglomeraciones en los penales con motivo del COVID-19. Pero la obligación del Estado es tener un sistema de prisiones digno y salubre y su incapacidad para proveerlo no justifica condonarle sentencias a nadie. En ese entendido, la ley se antoja más como un intento para correr una cortina frente a su propia incompetencia y la terrible situación de las cárceles mexicanas, que una preocupación real por los reos. Liberar cinco mil personas de una población que ronda los cientos de miles, son cacahuates. La reforma, si se considera indispensable, debería ir sobre el sistema penitenciario con la intención de mejorarlo; no para exonerar sentencias individuales.

Cuarto (y esta no es tanto una queja de la ley, sino de su contexto), ¿por qué la población carcelaria, así sea culpable de un delito menor, tiene preferencia sobre el resto de los mexicanos que respetan la ley? En medio de la peor crisis sanitaria desde la gripe española y a las puertas de la peor crisis económica desde la Gran Depresión, lo realmente urgente era un Plan de Emergencia integral que salve empleos y ponga por delante la vida y el sustento de los más de 120 millones de mexicanos libres. Los residentes de las cárceles no suman ni el 0.5% de la población general y sin embargo, la bancada de Morena y sus partidos satélites no quisieron discutir nada más que esto.

En fin, el gobierno tiene prioridades, compromisos que hay que pagar y que esta ley desnuda y permite entrever. La ley aprobada es cuestionable, ilógica desde muchos puntos de vista. Cuando la misma autoridad está parchando y remendando constantemente la ley para su propio beneficio. ¿Cómo esperamos que el ciudadano de a pie la cumpla cabalmente?


miércoles, 15 de abril de 2020

Entre el discurso y la realidad

Celebra el Gobierno Federal haber defendido y hecho valer la soberanía nacional frente a la malvada Organización de Países Productores de Petróleo, que estaba rastreramente (dicen ellos) queriendo interferir en los montos de producción de Petróleos Mexicanos. Se desviven en elogios para la secretaria de energía, Rocío Nahle García, por no dejarse amedrentar por las “grandes potencias” y plantar cara a sus exigencias en defensa de los intereses nacionales. Es la estrategia de apelar a la narrativa y a la posverdad, a las verdades a medias y a las mentiras completas para armar un escenario que me favorezca. Para eso son buenísimos.

Es una lástima que nomas rascándole tantito al tema todo ese lustre se venga abajo.

Habíamos dicho hace algunas semanas que la crisis energética internacional no es culpa de México. Arabia Saudita, harta de ser ella la que tuviera que recortar su producción de petróleo para mantener el precio en beneficio de todos, inundó el mercado de hidrocarburo. Quiso la suerte que esto ocurriera en coyuntura con la crisis del Coronavirus, las medidas para quedarnos en casa y el cierre de empresas que pudieran utilizar el energético. Exceso de oferta y caída de la demanda, por lógica simplísima, el precio se desplomó.

México, que había apostado fuertemente al petróleo como motor económico, tenía (tiene) mucho que perder en este panorama. Para su presupuesto 2020, la Secretaría de Hacienda proyectó procedentes del sector petrolero un 18% de sus ingresos; estimando una producción de 1,9 millones de barriles diarios y un precio de 49 dólares por barril. Hoy cada barril se vende a 14.24 dólares. Hay quien estima que en este momento el costo de extraer el energético supera ampliamente cualquier utilidad que obtengamos al venderlo. Imagine usted el tamaño del boquete en las finanzas públicas. 

Por ello es por lo que resulta inexplicable la postura de la secretaria de energía en la reunión de la OPEP (e invitados) del jueves pasado. Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos habían llegado finalmente a un acuerdo para que, limitando de forma proporcional su producción (para que nadie sacara ventaja y que la medida fuera realmente efectiva), el precio del petroleo se elevara en beneficio de todos. Por mera aritmética y las bondades de una simplísima multiplicación, aunque uno venda menos, si vende más caro, gana más.

Pero México se mostró necio. Intentó que se calculara el monto que debía reducir en su producción de acuerdo a lo que estimaba que iba a estar produciendo al final del año, no a su producción actual. Y en esa postura terca mantuvo en vilo la reunión y el posible tratado durante horas. Al final, Rocío Nahle se desconectó de la reunión virtual sin un acuerdo sobre la mesa.

El acuerdo finalmente se logró días después, luego de una llamada entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. Estados Unidos se comprometía a absorber y dejar de producir los barriles que le correspondían a México como parte del acuerdo. “Lo que he pensado” dijo Trump en conferencia de prensa “es que EE.UU. puede ayudar a México por el momento y ellos ya nos lo reembolsarán más adelante".
¿Exactamente cómo “defendemos nuestra soberanía” comprometiéndonos al más vago de los acuerdos con el más abusivo de los vecinos? ¿Cómo “no nos dejamos amedrentar” si al final le dimos un cheque en blanco a los norteamericanos?

Verán, México es grande. Está dentro de las veinte economías más importantes del planeta. Y estar en esa posición conlleva una responsabilidad enorme dentro del concierto de naciones. Uno no puede pretender “ser grande” en el discurso y luego empequeñecerse en los hechos. Y en los hechos, lo que nuestro presidente y su administración hicieron es hacerse pequeños, evadir su responsabilidad en un momento en el que todos tenían que ceder, y dejar que papá Estados Unidos se hiciera cargo del problema…. a cambio de “algo”, por definirse en el futuro.

Perdónenme, pero es que entre el discurso y la realidad hay un trecho gigantesco. Y no es justo que pretendan gobernar una gran nación como país bananero. México merece más. Merecemos más, mucho más.


miércoles, 8 de abril de 2020

Estamos solos ¿Ahora qué?

El domingo pasado, en medio del miedo por la pandemia y con el país amenazado por sus inevitables consecuencias económicas, Andrés Manuel López Obrador anunció su “Plan Económico” para enfrentar la crisis. Fue decepcionante y al mismo tiempo, creo, esperanzador. 
Me explico:

Nunca tuve puestas muchas esperanzas en el discurso del domingo. López asumió el cargo de presidente hace casi quinientos días y no ha podido cambiar su chip interno de su configuración de candidato a la de gobernante. Cree que el poder se ejerce desde el templete y la plaza pública, que se puede construir gobierno con saliva y, a pesar de ser el presidente con más poder en décadas (ambas cámaras, amplio apoyo popular, las figuras de los “superdelegados” en los estados) sigue acusando intervención y juego sucio por parte de grupos mal definidos, viles espantapájaros. Con ese antecedente y su comprobado historial de empecinamiento absurdo en ideas a todas luces ineficientes y arcaicas, veía muy, muy poco probable que tuviera la flexibilidad mental para hacer el cambio ágil y adaptarse a las nuevas circunstancias con medidas sensatas. Se iba a morir con la suya.

Y efectivamente. La receta del presidente (es un decir, porque no preside nada) para combatir una de las crisis mundiales más graves desde la Segunda Guerra Mundial es… seguir haciendo lo que veníamos haciendo, aferrarse a su proyecto de nación sin flexibilidad alguna. Seguiremos metiéndole dinero bueno al malo tratando de salvar PEMEX (que el año pasado perdió 346 mil millones de pesos), seguiremos construyendo elefantes blancos en Santa Lucía, dos Bocas y la península yucateca, seguiremos financiando programas clientelares. ¡Ah! Y como prometer no empobrece, se comprometió a generar dos millones de empleos en nueve meses (para contextualizar, en todo 2019 se crearon 342 mil puestos de trabajo, según el IMSS y en un mes de pandemia se han perdido 346 mil). 
Del detalle en el manejo de la parte médica de la crisis ya mejor ni hablar. Baste decir que el 39% de los ventiladores mecánicos, que el Gobierno federal comprará para atender a los pacientes graves de Covid-19, llegarán hasta septiembre; es decir, al final de la pandemia, según las estimaciones de la Secretaría de Salud. Pero eso sí “estábamos preparados desde hace tres meses”

Estamos solos. Es evidentísimo que desde las instancias federales no llegará ni debemos esperar ni apoyo ni dirección alguna. Es decepcionante no tener un personaje que presida y que sólo gaste aliento inútilmente, pero también es esperanzador pensar que quizá ahora que hay un hueco tan importante de poder, es la sociedad misma la que puede moverse y ocuparlo. Para ello, es imperativo dejar de mirar el hueco y preguntarnos quién puede llenarlo, dejar de esperar que la élite política produzca al nuevo caudillo, sino voltearnos a ver entre nosotros y ver qué podemos hacer por el que tenemos al lado y en lo local.

En este espacio no nos hemos cansado de resaltar el poder del individuo por encima del gubernamental. Y pongo como ejemplo esta misma pandemia. Para muchos, las medidas de contención y prevención arrancaron mucho antes de que cualquier autoridad decretara cosa alguna. Para muchos, el apoyo que les permitirá salir adelante no llegó por algún programa social, sino por el vecino con el que comparte la acera desde hace 20 años y con quien tiene muy buena relación. Quienes conserven sus empleos, lo harán no porque el gobierno haya puesto en marcha un ambicioso plan de rescate económico, sino porque junto con su patrón, habrán hecho hasta lo imposible por garantizar que juntos sobrevivan la tormenta.

Para poder usar este poder del individuo eficazmente, el primer paso es voltear a vernos y encontrarnos como iguales. Ricos, pobres, clase media, patrones, obreros, autoempleados, emprendedores, hombres, mujeres; finalmente todos somos seres humanos que tenemos que ponernos de acuerdo y jalar parejo y procurar unos por otros para salir adelante. ¿Quiere saber cómo lo sé? Porque la clase política insiste en dividir. Insiste en que haya un bueno, un malo y ellos como figura central para defender al primero del segundo. Urge romperles el esquema.

Así que, estamos solos. La pelota está en nuestra cancha. Usted dígame ¿ahora qué?


miércoles, 1 de abril de 2020

El presidente no preside

El domingo pasado se hizo público (y a la postre, viral) un vídeo en el cual el ciudadano presidente, Andrés Manuel López Obrador, se acerca a una camioneta blanca y saluda a Consuelo Loera, madre de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”. Al vídeo le siguieron algunas fotografías, en donde se señala que el mandatario pudo haber convivido con otros miembros de la familia y actuales cabecillas de la organización criminal del Cártel de Sinaloa. Todo esto, curiosamente, el día del cumpleaños de Ovidio Guzmán, el nieto de Consuelo e hijo del Chapo.

El vídeo es revelador, ciertamente. Al presidente lo acercan a la camioneta donde le espera la dama. Es él el que tiene que abandonar su círculo de seguridad, y entrar al de ella (porque, claramente, viaja protegida y escoltada) poniéndose simbólica y efectivamente a su disposición. Se dan la mano, cruzan un par de palabras. “Recibí tu carta” le dice López. La interacción es brevísima pero revela enormidades de lo que es la relación entre estas dos personas y, en lo macro, entre estas dos instituciones: El poder formal y el Cártel de Sinaloa. La lectura no es positiva, sin importar cómo se quiera ver el asunto.

Dos reglas básicas de la vida pública: “Forma es fondo” y “En política nada es coincidencia”. Que el encuentro haya sido fortuito resulta inverosímil. Ambos personajes seguramente tienen agendas y un control absoluto de con quién se ven y en qué términos y condiciones. Pero demos el beneficio de la duda. Hagamos un salto de fe kilométrico para admitir ese imposible y supongamos que realmente ocurrió la cosa como el presidente dijo en su mañanera que ocurrió: Estaba cerca, le avisaron que la señora quería verlo “¿Cómo dejó a la señora con la mano extendida?”

Pues así, señor presidente. Por respeto a las madres de las personas plagiadas, muertas y desaparecidas por el Cártel; por respeto a las fuerzas armadas que valientemente se han sacrificado para detener sus operaciones y actividades criminales y, finalmente, por respeto a su propia investidura. Forma es fondo. Si el estado mexicano, en las formas, se muestra ignorante o indolente (cuando no de plano coludido) de las heridas abiertas que el narcotráfico ha infligido a este país, entonces tenemos la garantía de que “en el fondo” tampoco hay ningún interés en ponerles solución.

Y el descaro es cada vez más evidente y cada vez más complicado hacerse de la vista gorda, señor presidente. Hace apenas seis meses usted y su gabinete de seguridad liberaron de manera extrajudicial e ilegalmente a un ya capturado Ovidio Guzmán.
Hay que ser muy caradura para acusar a sus antecesores de nexos con el narcotráfico cuando el cordón umbilical que tiene su propia administración con este cáncer criminal es así de evidente.

Entre esto, la tardía respuesta a la crisis sanitaria del Covid-19 y la rigidez para lidiar con la inminente crisis económica, mucho me temo que no llegue a concluir su sexenio, señor Presidente. Son muchos intereses los que lo pusieron en la silla, intereses a los que ahora les está quedando mal y que ya están moviendo ficha para ver qué sigue.

Dieciocho años buscando la banda presidencial, para acabar dándose cuenta de que no preside ni siquiera con quién se junta. Lamentable.