miércoles, 28 de marzo de 2018

Cambridge Analytica

Parte del encanto de la ciencia ficción es explorar qué tipo de mundo imagina cada autor para el futuro. Los hay quienes opinan que el avance tecnológico será deshumanizante, que nos volverá insensibles y agrandará las brechas entre quienes tengan acceso a la tecnología y quienes no puedan permitírsela. Otros presentan universos utópicos, donde el avance científico ha resuelto todos los problemas del planeta, permitiéndonos avanzar y transformarnos en una sociedad verdaderamente libre. 
Sin embargo, como las obras de ciencia ficción suelen estar ambientadas tantos años en el futuro, a veces se nos olvida que el resultado de esas sociedades depende de las elecciones de sus individuos. Aún hoy, con cada interacción, regulación e intercambio tecnológico, estamos construyendo esa futura utopía (o distopía). Se nos olvida que tenemos poder de elegir y por eso el caso de Cambridge Analytica y Facebook es importante. 

Empecemos hablando de la red social. Aún si la usas sólo ocasionalmente, habrás visto la infinidad de páginas que ofrecen divertimientos curiosos. “¿Qué personaje de Los Vengadores serías?” “¿Por qué te vas a volver famoso?” “¿Cómo te verás dentro de 40 años?” Se trata de pequeñas aplicaciones que interactúan con Facebook para ofrecerte un resultado aleatorio normalmente jocoso y te invitan a compartirlo con tus amigos. Para ello, lo primero que hacen apenas accedes a la página es solicitar acceso a tus datos personales para poder correr la aplicación. Error. 

Ronda en internet la frase “Si no estás pagando por ello, no eres el cliente, eres el producto” y eso jamás había tenido más importancia que ahora, en donde toda nuestra información personal está cargada en perfiles convenientemente digitalizados que nosotros mismos actualizamos con regularidad. Le damos acceso a un gigante corporativo a un mapa de nuestros gustos, nuestras relaciones, nuestros trayectos y rutinas e ilusamente esperamos que todo ello permanezca a salvo y tan privado como queramos… pero luego le damos permiso a terceros de usar esa información sólo porque queremos saber “¿Cuál es tu animal espiritual?” Mal vamos. 

¿Y quién usa esa información? ¿A quién podría interesarle? 
Presentamos Cambridge Analytica, una empresa que se dedica a la asesoría en temas de comunicación estratégica para la iniciativa privada, pero también para políticos en campaña. Analizando información del electorado, pueden encontrar la manera más efectiva de “cambiar el comportamiento de la audiencia” para conseguir el resultado que quieren. Según su propia web, han trabajado en campañas políticas en los cinco continentes y fueron “decisivos” en la pasada elección en Estados Unidos y en la consulta al Brexit en Reino Unido. 

Esta compañía obtuvo, a partir de una pequeña aplicación como las que plagan Facebook, los datos de 50 millones de usuarios; porque cada persona que entraba a la aplicación entregaba no sólo sus datos, sino los de todos sus contactos. El sistema es absolutamente leonino, como lo es también lo que se hace con esos datos. 

Habiendo recibido la información Cambridge Analytica tiene la capacidad de armar perfiles psicológicos de cada usuario, clasificarlos y diseñar el contenido tema y tono de cada mensaje casi de manera personalizada para manipular su intención de voto y maximizar el alcance de su campaña. ¿No tienen contenido interesante? No importa. El CEO ha sido captado, a través de una cámara oculta, ofreciendo manufacturar información falsa, montar escenarios para desacreditar candidatos y hasta tentar con mujeres a diferentes políticos para desatar el escándalo. “No tiene que ser verdad, sólo tiene que ser creíble” 


Nos ha tocado vivir una revolución tecnológica en muchos sentidos. Se ha avanzado más en la última década que en los cien años anteriores. Las decisiones que tomemos hoy con respecto a nuestra relación con la tecnología probablemente definirán si nuestro futuro es una brillante utopía tecnológica, o una distopía gris y triste. Un buen primer paso podría ser conocer a fondo los términos y condiciones de los “servicios” que “gratuitamente” se ofrecen por Internet y que día a día utilizamos; aprender a decidir por nosotros mismos hasta qué punto las redes sociales son una herramienta y hasta donde un peligro y mantenerlas bajo constante observación. A raíz del escándalo otras grandes empresas ya han borrado su presencia de Facebook. Vaya, el mismo Playboy desactivó su cuenta tras considerar que "Las guías de contenido y políticas empresariales de Facebook siguen contradiciendo nuestros valores" Ya para que una revista para caballeros diga eso… 

En fin es una sugerencia. Tomar conciencia y actuar en consecuencia es una pequeña manera de construir, a través de la responsabilidad individual ese futuro que a todos nos gustaría tener con la tecnología.

martes, 20 de marzo de 2018

Artículo 11

No fue una semana lenta en cuanto a noticias criticables y escandalosas; desde el anuncio de que la PGR desistía de tomar acción legal contra César Duarte, por los crímenes de operaciones con recursos de procedencia ilícita, delito bancario y defraudación fiscal; hasta el escándalo de que Cambridge Analytica habría empleado sin autorización la información personal de 50 millones de usuarios de Facebook para generar anuncios personalizados y manipular a los votantes en diferentes procesos de diferentes partes del mundo (Trump y el Brexit, principalmente, pero también México).

Me gustaría hablar de todo ello (probablemente lo haré en algún punto, en particular del caso Cambridge Analytica, cuyas implicaciones en México aún están por saberse) porque son eventos relevantes en la vida pública nacional y veo importante darle difusión, ayudar a señalar lo que está mal en la cúpula política de este y otros países. 
Sin embargo, el asunto que esta semana ocupa nuestra columna (mía y de usted, querido lector), es algo mucho más local, pequeño, que corre más riesgo de pasar desapercibido y no debería ser así porque su tamaño no es proporcional a su importancia.

Esta semana llamó mi atención un vídeo en redes sociales, colgado por un tal Jovan Valenzuela Diaz en un grupo de Facebook que lleva por nombre Libre Tránsito Art. 11 Sinaloa. En el video aparece una persona que, amparándose en el artículo 11° Constitucional, se siente con el derecho de pasarse la caseta sin pagar el peaje correspondiente, arranca, vence la pluma y continúa su camino con la actitud orgullosa de quien ha corregido una fatal injusticia, o de quien ha "vencido al sistema"


Lo que en realidad ha hecho este señor, y en general el grupo "Libre Tránsito Art. 11", es demostrar su absoluto desconocimiento de la misma ley que muy orondos dicen querer hacer valer. 
El artículo de la Constitución que citan, efectivamente, habla del derecho al libre tránsito y está establecido en nuestra Carta Magna (con más o menos la misma redacción) desde su versión de 1857.  Al día de hoy, se lee como sigue:
Artículo 11. Toda persona tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes. El ejercicio de este derecho estará subordinado a las facultades de la autoridad judicial, en los casos de responsabilidad criminal o civil, y a las de la autoridad administrativa, por lo que toca a las limitaciones que impongan las leyes sobre emigración, inmigración y salubridad general de la República, o sobre extranjeros perniciosos residentes en el país. 
Dígame ¿Ha tenido que pedirle permiso a alguien o conseguir un documento gubernamental para viajar de un estado a otro, para mudarse de un estado a otro? ¿Ha necesitado autorización, permiso previo o salvoconducto para entrar o salir del país? A eso se refiere el artículo 11. Nada tienen que ver los automóviles o las carreteras. De hecho, es imposible que estuviesen contemplados porque el automóvil a gasolina no se inventaría sino hasta 1885, años después de la primera redacción de este artículo. Si para dar por válido el libre tránsito fuera indispensable que todos tuvieran automóviles y fueran capaces de utilizar las carreteras estaríamos arrebatándole el derecho a millones de paisanos que no tienen auto propio y a las miles de comunidades a las que sólo se llega por brecha.

Pero si aún no está convencido, vuelva a echarle un ojo a la parte que subrayo del artículo. La red carretera nacional, en concreto la que cobra cuotas, se construyó en buena medida gracias a inversión privada. Amparada por un permiso gubernamental, una empresa construyó la carretera en un tramo que el gobierno juzgó crítico por su importancia industrial o turística y a cambio de garantizar que permaneciese en buen estado se le permitió cobrar un peaje a los usuarios de dicho camino. Se trata de un arreglo administrativo perfectamente amparado por la Constitución. Si el sistema funciona o no, si tiene sus problemas o no, si la tarifa es justa y el servicio eficiente o no, es harina completamente de otro costal; aunque podríamos tener un largo debate al respecto.

Pero Alejandro, este es un video de Facebook, compartido en un grupo de alcance estatal al que sólo están inscritos poco menos de 3,500 personas ¿Por qué es importante? ¿Por qué dedicarle el espacio? ¿Por qué hablar de esto cuando deberíamos estar hablando del uso clientelar de la PGR, de Cambridge Analytics, de las elecciones, de tantos otros temas de mayor alcance?

Quizá. Quizá haya temas que acaparen más los titulares de los diarios; pero no creo que haya uno más importante en este momento, porque refleja que no conocemos nuestra propia legislación, que nosotros también la queremos torcer para nuestro beneficio (en estas condiciones no pagar por un servicio). 
El grupo tendrá apenas tres mil miembros, pero el vídeo ya se ha compartido 72 mil trescientas veces, lo que implica que, bajita la mano, ha alcanzado a medio millón de personas. ¿Y este es el perfil de la gente que piensa votar en julio próximo? ¿Con qué autoridad moral van a exigir un gobierno que se maneje a la derecha? Las mentiras y los engaños se replican fácil, por eso es importantísimo tratar de contrarrestarlo desde este espacio, nuestra trinchera compartida.

miércoles, 7 de marzo de 2018

¿5 mentiras del capitalismo?


Me hicieron llegar un artículo titulado “5 mentiras del capitalismo que todos dimos por verdad”, publicado el 5 de marzo de 2018 en un portal llamado Expok News. La página se presume “líder en iberoamérica” y “especializada” en temas de comunicación de sustentabilidad y responsabilidad social empresarial.
El artículo es copia y calca de otra nota del World Economic Forum, publicada en enero de 2017 bajo el título “Las 5 mentiras más grandes del capitalismo global” Es en esta última en la que creo más conveniente centrar nuestra atención, no sólo porque nos acercamos más a la fuente primaria de información, sino porque si Expok News está copiando notas a un año de distancia para conseguir visitas a su portal, líder, líder, lo que se dice líder… no es. Y si se limita a copiar y pegar lo que otros publicaron sin entenderlo, también cuestionaría su título de “especializada”.

El artículo original de Guy Standing, profesor investigador de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, es cuando menos curioso. Comparto algo de su diagnóstico, pero difiero en sus conclusiones y las soluciones que propone.
La nota comienza planteando la existencia de un grupo social, al que denomina como “los precariat”, aquellos que “languidecen en el peldaño inferior del sistema laboral mundial”. Hasta aquí todo bien. Es evidente que los salarios reales se han estancado y que la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando y que una productividad superior ya no garantiza mayores salarios.

Entramos ahora a la “carnita” del artículo, donde Guy expone las llamadas 5 mentiras que dan su título a la nota, a la razón por la cual se ha formado este estrato económico de “los precariat”.

1. La primera mentira es el reclamo de que el capitalismo mundial se basa en mercados libres. Sin exagerar, podríamos decir que lo que se ha construido es el sistema de mercado menos libre que se pueda imaginar.
Efectivamente, el capitalismo mundial actual no se basa en mercados libres. Se basa en un mercantilismo de compadrazgo en el cual las grandes empresas y financieras utilizan su influencia con el gobierno para construir marcos legales y de instituciones que les permiten maximizar sus ingresos. No podría estar más de acuerdo.

2. La segunda mentira es que se necesitan fuertes derechos de propiedad intelectual para alentar y recompensar los riesgos de inversión en investigación y desarrollo.
Debatible, pero la palabra “fuertes” me inclina a pensar en que estamos de acuerdo en lo esencial. Incluso entre la comunidad libertaria no hay consenso respecto a si la propiedad intelectual es propiedad, alegando que dar monopolio sobre el uso del conocimiento y el avance tecnológico a grupos privados puede conllevar a explotación y abuso.
Sin embargo, yo sí creo que es necesario cuando menos algún tipo de protección para quien invierte y desarrolla nueva tecnología, para que pueda aplicarla y sacar provecho de esa inversión por un tiempo; incentivando a otros a hacer lo mismo. El tema es tan extenso que podría ameritar una entrada del blog por sí misma.

3. La tercera mentira es que el fortalecimiento de los derechos de propiedad es bueno para el crecimiento. 
Difiero. Me atrevo a decir que sin el derecho de propiedad, el crecimiento sería inexistente, porque no habría ningún incentivo para crecer, para trabajar. Y hemos visto en innumerables ocasiones como la propiedad pública cae en decadencia víctima del descuido, del vandalismo y en general de una idea generalizada de “no es mi problema” ¿Cómo podemos construir si todo se deteriora y nadie cuida?

4. La cuarta es que los beneficios crecientes reflejan la eficiencia administrativa y un retorno a asumir riesgos.
Desafortunadamente, Guy no pone en su artículo un argumento sólido en cuanto a por qué es esto una mentira. Habla de que la participación de los beneficios ha ido principalmente a quienes tienen rentas y activos financieros. ¿No representan las rentas eficiencia administrativa? ¿No es la inversión en un activo financiero un riesgo? Que luego el gobierno a través de rescates multimillonarios reduzca o desaparezca ese riesgo es más bien un problema del capitalismo de compadrazgo ¿No?

5. “El trabajo es el mejor camino para salir de la pobreza”. “Solía ser el caso de que cuando crecía la productividad, los salarios crecían en paralelo; ahora los salarios no cambian. Segundo, solía suceder que cuando aumentaban las ganancias, los salarios aumentaban; ahora, los salarios no cambian. Tercero, solía suceder que cuando aumentaba el empleo, los salarios promedio también aumentaban; ahora, los salarios promedio incluso pueden caer, porque los trabajos nuevos pagan menos.”
No voy a negar que nos encontremos en una posición económica compleja. El avance tecnológico ha hecho obsoleto al trabajador manual y golpeado con particular saña a los salarios. La seguridad laboral para la gran mayoría de las personas con escasa preparación, en consecuencia, también ha sufrido. Y todo se agrava con el hecho de que, en los últimos dos siglos, la población mundial prácticamente se a septuplicado.

La posición del profesor Guy, sin embargo, me parece extremista y revela poca fe en la inventiva del ser humano para encontrar soluciones. Decir: “Dado que tenemos retos y no hemos conseguido implementarlo de manera perfecta, mejor abandonar la idea del capitalismo para siempre” me parece poco responsable, sobre todo considerando los enormes avances que hemos tenido a raíz de ese mismo capitalismo imperfecto. A nivel global, creo que nunca hemos estado mejor que lo que estamos actualmente. (Revisar las tablas de Our World in Data que pongo al final de la entrada)

¿Qué toca entonces? Enfrentar los retos con aplomo, tratar de liberalizar el mercado y desmontar las estructuras que acomodan el tablero en beneficio de unos cuantos, tal como señala el profesor Standing con tanto tino. Como dije, no está mal en su diagnóstico, creo que se ve cobarde en sus soluciones. ¿Usted qué opina?