Parte del encanto de la ciencia ficción es explorar qué tipo de mundo imagina cada autor para el futuro. Los hay quienes opinan que el avance tecnológico será deshumanizante, que nos volverá insensibles y agrandará las brechas entre quienes tengan acceso a la tecnología y quienes no puedan permitírsela. Otros presentan universos utópicos, donde el avance científico ha resuelto todos los problemas del planeta, permitiéndonos avanzar y transformarnos en una sociedad verdaderamente libre.
Sin embargo, como las obras de ciencia ficción suelen estar ambientadas tantos años en el futuro, a veces se nos olvida que el resultado de esas sociedades depende de las elecciones de sus individuos. Aún hoy, con cada interacción, regulación e intercambio tecnológico, estamos construyendo esa futura utopía (o distopía). Se nos olvida que tenemos poder de elegir y por eso el caso de Cambridge Analytica y Facebook es importante.
Empecemos hablando de la red social. Aún si la usas sólo ocasionalmente, habrás visto la infinidad de páginas que ofrecen divertimientos curiosos. “¿Qué personaje de Los Vengadores serías?” “¿Por qué te vas a volver famoso?” “¿Cómo te verás dentro de 40 años?” Se trata de pequeñas aplicaciones que interactúan con Facebook para ofrecerte un resultado aleatorio normalmente jocoso y te invitan a compartirlo con tus amigos. Para ello, lo primero que hacen apenas accedes a la página es solicitar acceso a tus datos personales para poder correr la aplicación. Error.
Ronda en internet la frase “Si no estás pagando por ello, no eres el cliente, eres el producto” y eso jamás había tenido más importancia que ahora, en donde toda nuestra información personal está cargada en perfiles convenientemente digitalizados que nosotros mismos actualizamos con regularidad. Le damos acceso a un gigante corporativo a un mapa de nuestros gustos, nuestras relaciones, nuestros trayectos y rutinas e ilusamente esperamos que todo ello permanezca a salvo y tan privado como queramos… pero luego le damos permiso a terceros de usar esa información sólo porque queremos saber “¿Cuál es tu animal espiritual?” Mal vamos.
¿Y quién usa esa información? ¿A quién podría interesarle?
Presentamos Cambridge Analytica, una empresa que se dedica a la asesoría en temas de comunicación estratégica para la iniciativa privada, pero también para políticos en campaña. Analizando información del electorado, pueden encontrar la manera más efectiva de “cambiar el comportamiento de la audiencia” para conseguir el resultado que quieren. Según su propia web, han trabajado en campañas políticas en los cinco continentes y fueron “decisivos” en la pasada elección en Estados Unidos y en la consulta al Brexit en Reino Unido.
Esta compañía obtuvo, a partir de una pequeña aplicación como las que plagan Facebook, los datos de 50 millones de usuarios; porque cada persona que entraba a la aplicación entregaba no sólo sus datos, sino los de todos sus contactos. El sistema es absolutamente leonino, como lo es también lo que se hace con esos datos.
Habiendo recibido la información Cambridge Analytica tiene la capacidad de armar perfiles psicológicos de cada usuario, clasificarlos y diseñar el contenido tema y tono de cada mensaje casi de manera personalizada para manipular su intención de voto y maximizar el alcance de su campaña. ¿No tienen contenido interesante? No importa. El CEO ha sido captado, a través de una cámara oculta, ofreciendo manufacturar información falsa, montar escenarios para desacreditar candidatos y hasta tentar con mujeres a diferentes políticos para desatar el escándalo. “No tiene que ser verdad, sólo tiene que ser creíble”
Nos ha tocado vivir una revolución tecnológica en muchos sentidos. Se ha avanzado más en la última década que en los cien años anteriores. Las decisiones que tomemos hoy con respecto a nuestra relación con la tecnología probablemente definirán si nuestro futuro es una brillante utopía tecnológica, o una distopía gris y triste. Un buen primer paso podría ser conocer a fondo los términos y condiciones de los “servicios” que “gratuitamente” se ofrecen por Internet y que día a día utilizamos; aprender a decidir por nosotros mismos hasta qué punto las redes sociales son una herramienta y hasta donde un peligro y mantenerlas bajo constante observación. A raíz del escándalo otras grandes empresas ya han borrado su presencia de Facebook. Vaya, el mismo Playboy desactivó su cuenta tras considerar que "Las guías de contenido y políticas empresariales de Facebook siguen contradiciendo nuestros valores" Ya para que una revista para caballeros diga eso…
En fin es una sugerencia. Tomar conciencia y actuar en consecuencia es una pequeña manera de construir, a través de la responsabilidad individual ese futuro que a todos nos gustaría tener con la tecnología.
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