Es un hecho que el marco legal y la mala
administración son cargas adicionales para el desarrollo del país y poderosos
disuasorios para los empresarios, lo que reduce el número de empleos
disponibles.
Por fortuna, no hemos agotado la baraja de
opciones que tenemos para resolver la problemática. Si generamos pocos empleos,
al menos podríamos procurar que sean plazas que generen mucha riqueza. ¿Cómo le
hacemos?
Empecemos por derribar el mito de que los empleos
de alto valor son sólo los de la industria farmacéutica y química, los trabajos
relacionados con la investigación, la informática, las finanzas y las
telecomunicaciones. Un trabajo de alto valor es aquel que, gracias a su
intervención, transforma un proceso cualquiera en uno que multiplica la riqueza
que genera (o ahorra). La única diferencia entre un trabajo así y uno del
montón, es la persona que lo ocupa.
El ingeniero que diseña e implementa un
sistema de producción que ahorra tiempo o el ejecutivo de recursos humanos que
consigue mejorar la productividad de toda la empresa manteniendo el ambiente
laboral positivo y a la gente comprometida, les cabe la etiqueta de Trabajo de
Alto Valor igual de bien que al diseñador de la nueva maravilla tecnológica o
al investigador que desarrolla una vacuna para una farmacéutica. La diferencia
no es el puesto, la empresa o el ramo; es la persona y lo que puede hacer en
donde está. Esté en donde esté, a esta persona le pagarán más que al resto.
El objetivo es entonces transformar a cada
mexicano en una persona capaz de generar ese valor agregado en donde sea que se
desempeñe. Transformarnos en un país de fueras de serie, con la capacidad de
pensar fuera de la caja, ver lo que otros no ven y capitalizarlo, requiere de
dos ingredientes principales: la actitud adecuada y la educación precisa.
Con la actitud no tenemos ningún
inconveniente. El mexicano es luchador, por naturaleza ingenioso y sumamente
trabajador (según el "Better Life Index", de la OCDE, en México la
gente trabaja 2,226 horas al año, muy por encima del promedio del resto de los
países, que está en 1,765 horas). Para muestra baste intentar subirse a un
autobús repleto a las seis de la madrugada, sentarse a ver desde qué hora están
montados los puestos del tianguis local, o darse un paseo por el centro de la
ciudad fijándose en la cantidad de letreros en los postes de gente que ofrece
sus servicios, desde el chambitas que la hace de todo y el que vende usado,
hasta quien se ofrece a pasear perros.
No, actitud no nos falta. E incluso si lo
hiciera, al haber un incentivo económico, comenzaríamos a desarrollarla.
Vamos, sin embargo, con el segundo
ingrediente: la educación precisa.
Que tenga una excelente actitud no va a
impedir que mis contribuciones al diseño de un caza supersónico terminen
haciendo estallar el avión apenas despegue. Requiero conocimientos
avanzados de aerodinámica, aeronáutica y motores a reacción y entender perfectamente
la problemática antes de hacer cualquier sugerencia de solución. Aquí es de donde
cojeamos, tristemente.
Se calcula que de cada centenar de niños
mexicanos que entran a primaria, llegarán a la universidad menos de veinte y
apenas uno o dos realizarán algún posgrado. Sin educación superior que sirva de
base y contexto a su trabajo, es difícil que el ingenio del mexicano luzca como
debiera. Como un diamante mal cortado, queda cubierto, ocupado en empleos
rutinarios, imprescindibles, pero que cualquiera con un mínimo de instrucción puede
realizar.
Por fortuna siempre está la opción de
volverse autodidacta, acercarse a los textos de la materia que nos atraiga y
comenzar a estudiar por nuestra cuenta. Sin embargo, actualmente toda
publicación de ciencia, tecnología e investigación que se precie se publica en
inglés y ahí tenemos otro rezago importante.
Según el reporte "Sorry, el
aprendizaje del inglés en México" de la organización Mexicanos Primero, de
nuestros egresados de secundaria, el 79% tiene un desconocimiento total del
idioma y apenas el 3% cumple con el conocimiento esperado para su edad.
Eso no debería ser sorprendente,
considerando que el 52% de los maestros tampoco alcanzó ese mismo nivel mínimo.
Nuestros alumnos están entonces limitados
a lo que puedan aprender durante su educación primaria y secundaria. ¿Cómo nos
va en ese rubro? Mal también.
Según el Reporte de Competitividad Global
2012-2013, elaborado por el Foro Económico Mundial, México ocupa el lugar 118
de 144 países clasificados. Y para la OCDE, que utiliza el examen PISA (2012),
el rezago entre los estudiantes mexicanos y los del resto de los países
miembros es de dos años de escolaridad. México es el país con el peor desempeño
en matemáticas, lectura y ciencias.
¿Alguien ha visto últimamente los libros
de la SEP? Son vagos, llenos de imprecisiones científicas y conocimientos
inconexos. En su afán por brindar una educación "holística" la privan
de un orden básico. Intentando no dejar ningún rezagado, las actividades
sugeridas son pobres sustitutos a los desafíos que requiere una mente despierta
y creativa para desarrollarse. El plan de estudios se repite de un año a otro
casi sin cambios (y ni así salimos bien parados)
Y es que no hay manera. No, entre otras
cosas, mientras se dilapiden millones en mantener funcionando una máquina que
no se dedica a enseñar, sino a hacer política. No mientras Guerrero, Oaxaca, Michacán
y más recientemente el Distrito Federal tengan que seguir soportando las
acciones de la CNTE, que son casi delincuienciales, sin que haya ningún tipo de
sanción o consecuencia. No mientras el SNTE no pueda proporcionar con total
transparencia el número de sus agremiados, cuánto ganan, en dónde enseñan y en
qué condiciones. No mientras no se evalúe con rigor al maestro incompetente y
se actúe en consecuencia. No mientras sigamos pensando que vamos a la escuela a
satisfacer las exigencias de mamá y a sacar el certificado, en lugar de a
transformarnos en esa persona que tiene que competir en un mundo cada vez más
pequeño y lleno de gente brillante.
¿Cómo lo hacemos? Entre quienes promovemos
la no regulación gubernamental y la descentralización (y en algunos casos
privatización) de las funciones del Estado, el tema de la educación ha sido
largamente debatido. La idea que más seguidores agrupa bajo su bandera es la de
los vales educativos.
En teoría, el Gobierno podría seguir
garantizando la educación de toda la población entregando Vales Educativos a
cada familia. La familia podría usar dichos vales en instituciones de educación
privadas de todo el país, que competirían por la preferencia de las familias
con mejores maestros, instalaciones, programas culturales o deportivos, etc.
Al final, la escuela que tenga la
preferencia de más familias y lo acredite con los vales correspondientes,
recibiría una partida presupuestaria más grande de parte del gobierno. Cambia
el paradigma, la escuela vive de satisfacer al consumidor, no de la dádiva
gubernamental.
No es un sistema perfecto, pero es un
inicio. El Valle del Silicio, y otros centros de trabajo bien remunerados no
surgieron de la noche a la mañana en medio de la nada sólo porque sí. Se
desarrollaron por estar cerca del talento con la educación precisa que las
empresas necesitaban y normalmente todos están cerca y tienen vínculos cercanos
con prestigiosas universidades locales. Imitar este modelo en México es receta
segura para más empleos y mejor remunerados.
PD: Si quieres más información sobre el
modelo de vales educativos te invito a leer el ensayo del Dr. Santos Mercado
Reyes, "Un voucher para la educación". Lo puedes encontrar en la
siguiente liga:
http://www.libertarios.info/unvoucherlibro/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu opinión es muy importante ¡Súmate al debate y déjanos un comentario!