miércoles, 18 de marzo de 2015

¿#EnDefensaDeAristegui? ¡En defensa de MVS!

Carmen Aristegui, como periodista, nunca me ha gustado. Siempre encontré en su discurso falta de objetividad; una marcada preferencia por ser incisiva y mordaz con el partido en el poder y la llamada derecha política, pero sin aplicar el mismo rigor con la izquierda, de la que apenas habla mal, o da muchos espacios para que pueda defenderse (y justificarse) frente a la opinión pública.

Partidario de la libertad de expresión, sin embargo, no puedo condenarla por tener su opinión y estamparla en su línea editorial. Reconozco que ella y su equipo han sido una voz crítica necesaria y valiente frente a la cúpula política y una valiosísima denunciante de muchas cosas que están mal en México. Por todo ello, lamento mucho su despido. No era un capricho mi costumbre de escuchar "Primera Emisión" por las mañanas, durante mis trayectos a la oficina.

Habiendo dicho todo lo anterior, creo que hace falta señalar algunos puntos del drama que corren el riesgo de ser ignorados en medio de todas las muestras de apoyo a la reportera. Ruego a mis cuatro lectores que lean hasta el final.

En primer lugar MVS Radio como empresa privada e independiente, tiene todo el derecho de hacer con su marca y con los recursos que paga lo que le venga en gana. Hasta donde sabemos, Carmen y su equipo realizaron la negociación con Mexicoleaks por su cuenta y riesgo, sin incluir a la dirección de MVS en la mesa, pero pretendiendo representarlos. Por lo tanto, la reacción de deslindarse de dicha alianza estratégica, en donde se compromete uno de los activos más valiosos de MVS, como eran Carmen Aristegui y el equipo de investigaciones especiales, es perfectamente válida, aunque no muy entendible. ¿No se supone que los objetivos de la plataforma y de MVS eran los mismos, informar a la población? ¿No era Mexicoleaks una fuente de información invaluable para el noticiario "Primera Emisión"?

También encuentro válido que la empresa quiera hacer una llamada de atención a los responsables de que las negociaciones se llevaran a cabo sin su conocimiento y consentimiento explícito, incluso si esta llamada de atención llega en forma de un despido. La separación de Daniel Lizárraga e Irving Huerta de sus respectivos puestos de trabajo, si bien me parece una medida completamente desproporcionada en relación a la gravedad de la falta, sigue estando dentro de las facultades de la compañía y es válida. A mí, sin embargo, me parece que hubiera bastado un jalón de orejas interno, sin enterar nada a la opinión pública, sobre todo considerando lo valiosos que eran ambos para el equipo de trabajo y lo que, predeciblemente, ocurriría después.

El despido de Carmen se da después de que ella, en congruencia con su manera de pensar y ver las cosas, lanza un ultimátum a la plana mayor de Noticias MVS para que echen para atrás el despido de sus dos compañeros. La periodista no pudo haber actuado de otra manera, pero la radiodifusora tampoco podía permitirse que un empleado, por más importante que fuese para la empresa, dictara su política o sentara precedentes con respecto a las decisiones de la dirección. Tristemente la cuerda se rompió del lado más angosto y a Carmen le tocó perder. La empresa juzgó que era más valioso conservar su autoridad y perder seguidores, que conservar su rating pero transformarse en un títere. Es una decisión respetable, probablemente la única que podía tomar la administración de MVS considerando que ya había cedido bastante en anteriores desencuentros con la periodista. Es una decisión que nos recuerda que nadie es indispensable.

Ahora ¿se le ha negado la Carmen Aristegui en algún momento su libertad de expresión? Nunca. Durante su tiempo con la radiodifusora gozó de libertad editorial e incluso en su despido las cámaras y los micrófonos se acercan a ella para escucharla. Su página de Internet es la 50° más visitada a nivel nacional, por encima de las de diferentes bancos, OCC, el Tec de Monterrey, Proceso, CNN o Spotify y varios medios, incluido el Canal del Congreso, ya le han ofrecido o van a ofrecerle un espacio para que continúe con su labor periodística. Si quisiera, probablemente podría iniciar su propia radiodifusora y no le faltarían inversionistas ¿Un golpe a la libertad de expresión? Cuando Carmen habla México escucha, porque ella así se lo ha ganado a pulso. Ese no es el problema.

El problema es que hay razones suficientes para levantar sospechas de que pudo haber sido presión externa, gubernamental, la que orilló a MVS a tomar las medidas desproporcionadas que tomó. De otra manera no hay explicación que valga para que un desencuentro tan mínimo como el caso Mexicoleaks, sea el detonante del despido de Carmen y su equipo.
Si esto es así, hay que tener cuidado. Porque la víctima no es sólo Carmen, es también la radiodifusora. ¿Por qué le permitimos al gobierno aplastar a una organización privada sólo porque no le gusta lo que produce (sea contenido informativo o cualquier otra cosa)? ¿Por qué, en lugar de combatir a ese gobierno que aplasta, que tuerce la mano de su ciudadanía, nos lanzamos contra el ciudadano que la tiene torcida?

Hoy puede ser MVS, mañana puede ser cualquier otra empresa. No estamos luchando contra la enfermedad, estamos luchando contra el síntoma ¿Hasta cuándo?

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