Carmen Aristegui, como
periodista, nunca me ha gustado. Siempre encontré en su discurso falta de
objetividad; una marcada preferencia por ser incisiva y mordaz con el partido
en el poder y la llamada derecha política, pero sin aplicar el mismo rigor con la
izquierda, de la que apenas habla mal, o da muchos espacios para que pueda
defenderse (y justificarse) frente a la opinión pública.
Partidario de la libertad de
expresión, sin embargo, no puedo condenarla por tener su opinión y estamparla
en su línea editorial. Reconozco que ella y su equipo han sido una voz crítica
necesaria y valiente frente a la cúpula política y una valiosísima denunciante
de muchas cosas que están mal en México. Por todo ello, lamento mucho su
despido. No era un capricho mi costumbre de escuchar "Primera
Emisión" por las mañanas, durante mis trayectos a la oficina.
Habiendo dicho todo lo anterior, creo
que hace falta señalar algunos puntos del drama que corren el riesgo de ser
ignorados en medio de todas las muestras de apoyo a la reportera. Ruego a mis
cuatro lectores que lean hasta el final.
En primer lugar MVS Radio como
empresa privada e independiente, tiene todo el derecho de hacer con su marca y
con los recursos que paga lo que le venga en gana. Hasta donde sabemos, Carmen
y su equipo realizaron la negociación con Mexicoleaks por su cuenta y riesgo,
sin incluir a la dirección de MVS en la mesa, pero pretendiendo representarlos.
Por lo tanto, la reacción de deslindarse de dicha alianza estratégica, en donde
se compromete uno de los activos más valiosos de MVS, como eran Carmen
Aristegui y el equipo de investigaciones especiales, es perfectamente válida,
aunque no muy entendible. ¿No se supone que los objetivos de la plataforma y de
MVS eran los mismos, informar a la población? ¿No era Mexicoleaks una fuente de
información invaluable para el noticiario "Primera Emisión"?
También encuentro válido que la
empresa quiera hacer una llamada de atención a los responsables de que las negociaciones
se llevaran a cabo sin su conocimiento y consentimiento explícito, incluso si
esta llamada de atención llega en forma de un despido. La separación de Daniel
Lizárraga e Irving Huerta de sus respectivos puestos de trabajo, si bien me
parece una medida completamente desproporcionada en relación a la gravedad de
la falta, sigue estando dentro de las facultades de la compañía y es válida. A mí,
sin embargo, me parece que hubiera bastado un jalón de orejas interno, sin
enterar nada a la opinión pública, sobre todo considerando lo valiosos que eran
ambos para el equipo de trabajo y lo que, predeciblemente, ocurriría después.
El despido de Carmen se da
después de que ella, en congruencia con su manera de pensar y ver las cosas,
lanza un ultimátum a la plana mayor de Noticias MVS para que echen para atrás el
despido de sus dos compañeros. La periodista no pudo haber actuado de otra
manera, pero la radiodifusora tampoco podía permitirse que un empleado, por más
importante que fuese para la empresa, dictara su política o sentara precedentes
con respecto a las decisiones de la dirección. Tristemente la cuerda se rompió
del lado más angosto y a Carmen le tocó perder. La empresa juzgó que era más
valioso conservar su autoridad y perder seguidores, que conservar su rating
pero transformarse en un títere. Es una decisión respetable, probablemente la
única que podía tomar la administración de MVS considerando que ya había cedido
bastante en anteriores desencuentros con la periodista. Es una decisión que nos
recuerda que nadie es indispensable.
Ahora ¿se le ha negado la Carmen
Aristegui en algún momento su libertad de expresión? Nunca. Durante su tiempo
con la radiodifusora gozó de libertad editorial e incluso en su despido las
cámaras y los micrófonos se acercan a ella para escucharla. Su página de
Internet es la 50° más visitada a nivel nacional, por encima de las de
diferentes bancos, OCC, el Tec de Monterrey, Proceso, CNN o Spotify y varios
medios, incluido el Canal del Congreso, ya le han ofrecido o van a ofrecerle un
espacio para que continúe con su labor periodística. Si quisiera, probablemente
podría iniciar su propia radiodifusora y no le faltarían inversionistas ¿Un
golpe a la libertad de expresión? Cuando Carmen habla México escucha, porque
ella así se lo ha ganado a pulso. Ese no es el problema.
El problema es que hay razones suficientes
para levantar sospechas de que pudo haber sido presión externa, gubernamental,
la que orilló a MVS a tomar las medidas desproporcionadas que tomó. De otra
manera no hay explicación que valga para que un desencuentro tan mínimo como el
caso Mexicoleaks, sea el detonante del despido de Carmen y su equipo.
Si esto es así, hay que tener
cuidado. Porque la víctima no es sólo Carmen, es también la radiodifusora. ¿Por
qué le permitimos al gobierno aplastar a una organización privada sólo porque
no le gusta lo que produce (sea contenido informativo o cualquier otra cosa)? ¿Por
qué, en lugar de combatir a ese gobierno que aplasta, que tuerce la mano de su
ciudadanía, nos lanzamos contra el ciudadano que la tiene torcida?
Hoy puede ser MVS, mañana puede
ser cualquier otra empresa. No estamos luchando contra la enfermedad, estamos
luchando contra el síntoma ¿Hasta cuándo?
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