El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Reino Unido (IISS por sus siglas en inglés) publicó esta semana su “Estudio de Conflictos Armados” (Armed Conflict Survey). La publicación de dicho documento —que es un libro en toda regla— causó mucho eco y reacciones de todo tipo en México porque toca una realidad que la presente administración se ha empeñado en esconder a toda costa.
"México tuvo un total de 23 mil homicidios intencionales en 2016, el segundo lugar después de Siria" reza la publicación. Argumentan los autores que los niveles de violencia en el país se ha disparado a causa de los cárteles de la droga, de tal suerte que nuestra “Guerra contra el Narcotráfico” entra en el objeto de estudio de su investigación. "El problema se vuelve peor" dice el texto "[ya que] el crimen organizado es más visible y más disruptivo políticamente y económicamente".
Ahora, aunque más de uno se frotó las manos con esta información (Donald Trump, por ejemplo, fue el primero en replicar los resultados, en su eterna cruzada por justificar un muro que nada resuelve) hay que tomárselo con su buena dosis de escepticismo.
Las cifras son engañosas. La población de Siria está calculada (a 2015) en 18.5 millones, mientras que la de México el mismo año era de 127 millones. Eso significa que mientras Siria tiene 2.7 homicidios por cada mil habitantes, México tiene 1.9 por cada diez mil. ¡Casi 14 veces menos! ¡Todo en su contexto, por favor!
Por supuesto, contextualizar no es justificar. El nivel de violencia que estamos experimentando en México no es normal y obliga a replantearse si somos una nación “en paz”, según el sentido estricto de la palabra. Las Secretarías de Relaciones Exteriores y de Gobernación lo saben, y sus excusas son lamentables. Le reclaman al Instituto que no se sabe de dónde consiguió sus cifras, que su metodología es incierta, que no todos los homicidios que suceden en México son resultado del conflicto con los cárteles. (Como si un homicidio doliera menos o fuera más entendible si sucedió por cualquier otra causa) y que, en general, el combate al narcotráfico debe analizarse de manera integral.
Sin embargo, el estudio no falla en ese respecto —de hecho es exhaustivo— mencionando casos como los de Ayotzianapa y arremetiendo con certeza: “Subyaciente a esta dinámica criminal, está la debilidad institucional y la contagiosa corrupción que plagan al estado mexicano. La policía ha sido una institución particularmente problemática durante la administración de Peña Nieto” Así como: "El presidente comenzó su administración prometiendo un enfoque menos militarizado a la lucha contra los cárteles [...] sin embargo, Peña Nieto no está nada cerca de cumplir su plan original de reducir la presencia militar en las calles".
¿Así que, estamos mejor o peor? Bueno, no estamos tan mal como en Siria, eso que ni qué. Probablemente tampoco seamos la segunda nación más violenta (toda proporción guardada). Sí estamos muy lejos de vivir como debiéramos, en donde se respete el derecho a la vida de todos y cada uno de los mexicanos; o el derecho a vivir en paz, sin miedo a enemistarte con un bandolero, a un levantón o a un asalto y hay que seguir empujando por conseguir ese ideal.
La solución tampoco es tan sencilla como un alto al fuego. Urgen instituciones más fuertes y un sentido de la legalidad más firme. Sería muy útil que nuestros gobernantes, en lugar de sacarle la vuelta al documento, de verdad lo leyeran como un diagnóstico de lo que está ocurriendo y lo utilizaran como punto de partida para solucionar las cosas,
En fin, la esperanza es lo último que muere
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