jueves, 3 de agosto de 2017

La medalla de la maternidad.


Aunque sin duda queda mucho camino por andar, es innegable que las mujeres han hecho progresos agigantados en su lucha por conseguir derechos civiles igualitarios, salarios más justos y una presencia más notable en puestos directivos y gerenciales en empresas de todos los tamaños. La liberación femenina también ha impulsado a muchas niñas a perseguir sueños que antes parecían restringidos para varones: convertirse en astronautas, presidentas, científicas, notables deportistas etc.


Que haya mujeres notables rompiendo fronteras y haciendo historia me parece maravilloso. Creo que las damas, como los caballeros, tienen derecho a hacer cuanto esté en su mano para perseguir su felicidad. Si encuentran esa dicha y autorealización en el entorno profesional, genial. Lo que ya no me parece tan genial es que, derivado de esta misma liberación, de pronto exista un estigma en una de las labores más trascendentales que una mujeres puede desempeñar en una sociedad: la de ser madre y formar a una familia. (formar en ambos sentidos, la conformación física de la familia y el desarrollo educativo y humano de sus miembros)

Esta semana, la marca de bebidas deportivas Gatorade publicó una imagen en Twitter en donde felicita a Paola Espinoza, notable clavadista mexicana, por el reciente nacimiento de su hija Ivanna. “Paola, felicidades por obtener la medalla más grande de todas: ser mamá”, rezaba el desplegado.

La reacción de algunas feministas en redes sociales fue nefasta y virulenta. Se atacó a la marca por todos lados. Se calificó el mensaje de sexista, machista y “heteropatriarcal”. Basten dos botones como ejemplo:





Perdón, no. Lo han entendido todo mal. Creo que lo que se está minimizando no es a Paola, que es una mujer extraordinaria que ha alcanzado soberbios logros deportivos. Lo que las feministas están tratando de minimizar es la maternidad. Para estas chicas aparentemente dar la vida por formar a una nueva generación, por asegurarse de que sea gente de bien, por brindar estabilidad y cariño a un ambiente que le permita a ella y a otros cercanos a ella desarrollarse y crecer… aparentemente nada de eso vale.

El ser humano, desde sus orígenes cavernarios, mucho antes de que se instalara cualquier tipo de “sociedad moderna” valoraba y veneraba figuras maternas. Las mujeres en su rol de madres han sido, son y serán transformadoras de la sociedad, con un efecto más silencioso pero tanto o más poderoso que el de cualquier pensador social, guerrillero, reformista o dictador.

Que haya mujeres que no quieran enfrentar este reto, o que prefieran brillar en otras esferas está muy bien y lo aplaudo. De hecho, mejor así. Para ser una buena madre se requiere vocación, querer ser madre, sacrificio completo al mejoramiento de la sociedad, de hombres y mujeres. Es un rol que muchos hombres no hemos querido aceptar del todo, pero que es tan valioso que bien deberíamos ir integrándonos más.

Lo que no pienso permitir es que, en su afán por darse importancia, estas falsas feministas menosprecien el trabajo que millones de madres realizan en beneficio de todos, con un amor que nadie puede igualar. ¡Gracias mamás!


“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.Sin embargo.., en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,perdurará siempre la huella del camino enseñado.”

-Madre Teresa de Calcuta-


Addendum
Por cierto, lo que usted y yo opinemos de la experiencia de Paola, y de si la maternidad es o no es su más grande medalla pasa a segundo plano. Es finalmente ella la que tendría que valorar si lo es o no. Y para nuestra fortuna, ya se ha decantado al respecto:

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