No sé qué tiene de complicado el concepto de “austeridad” que parece que elude a los más agudos pensadores de la 4ta transformación (no preste atención al oximorón, lo de “pensadores” es un decir).
En estricto apego al diccionario, la palabrita es un adjetivo que significa sobrio, morigerado y sin excesos; de donde se desprende que se trata de ser reservados, gastando apenas lo necesario y sin dispendio. ¿Cómo puede pues, la cuarta transformación, sangrar dinero de tan fea forma en nombre de la “austeridad”?
Empecemos por el avión presidencial, culmen y ejemplo perfecto del derroche de gobiernos anteriores. En aras de cuidar su imagen de hombre “de pueblo” nuestro nuevo presidente insiste en viajar en aerolíneas comerciales y por lo tanto ha decidido vender la aeronave (junto con el resto de la flota gubernamental). Lo que el señor López no parece haber considerado, porque a él y a su equipo eso de hacer matemáticas no se les dá, es que podríamos llegar a perder hasta $219 millones de dólares con la ocurrencia.
De acuerdo con la firma consultora Flight Ascend Consultancy, la compra del avión fue bastante razonable y práctica. Fue apenas el sexto Boeing 787 que se construyó y comenzó su operación como un avión de pruebas, lo que lo ubicaría como un avión temprano, más pesado y menos refinado que el diseño final. El tipo de avión que en la jerga del negocio se le conoce como “terrible adolescente” —por los problemas de ensamblaje que naturalmente enfrenta cualquier producto al salir de una línea de producción nueva— y que permanecen en los hangares durante años. Así que mal negocio, o una aeronave de súper lujo, tampoco fue.
Las que fueron ventajas al momento de comprar, van a ser obstáculos al momento de vender. Es un modelo que hay que reacondicionar para la operación comercial y que no tiene el desempeño de los 787 que podrían comprársele a Boing en este momento. Ascend calcula que en el mercado actual, el avión podría venderse en $81.6 millones de dólares a una aerolínea comercial o a $142.4 millones si se le vende a un privado, $76.3 millones menos de lo que se pagó por él, en el mejor de los casos. Por si fuera poco, no es el único que está en el mercado: HNA Group Co. de China está vendiendo su flota de aviones privados, incluido un 787, según informó Bloomberg en octubre pasado.
De la necedad de sacarlo del hangar presidencial y perder dinero rentando un espacio en California, mejor ni hablamos.
Y ya que estamos hablando de aviones y despilfarro, se sigue trabajando en el aeropuerto de Texcoco porque una vez más, resultó que la planeación no es el punto fuerte de la administración entrante. Que no le doren la píldora ni pretendan venderle la recompra de bonos del aeropuerto como la primera parte de un “plan maestro”, se trata de un vil bomberazo.
A los tenedores de los bonos se les garantizó su inversión con lo que se recaude de la TUA del nuevo aeropuerto. Si se detienen las obras, o el gobierno hace siquiera alguna finta institucional de querer cancelarla, dichos tenedores tendrían todo el derecho de demandar al gobierno mexicano por el monto de su inversión y eso automáticamente quebraría al país. Por eso, mejor comprar los bonos poco a poco, porque el gobierno mexicano no se va a demandar a sí mismo.
Bueno, “poco a poco” es un decir. Recomprar bonos por 1.8 mil millones de dólares no es precisamente una baba de perico. Para ponerlo en perspectiva, esos 34 mil 300 millones de pesos (según el tipo de cambio actual) son tres veces lo que recibió la Secretaría de Cultura en este año fiscal; cuatro veces el presupuesto de la Secretaría de Relaciones Exteriores y es casi tres mil millones de pesos más que todo el presupuesto de la Secretaría de Marina. ¿Y con qué lo van a pagar? Sabrá Dios. Yo no creo que tengan tanto en la caja chica.
Y es dinero que se va directito a la basura ¿Eh? Porque los bonos que se están comprando representan derechos sobre las utilidades futuras producto de la operación del aeropuerto, pero la única razón por la que se están recomprando es para poderlo cancelar.
¡Chanfle! ¡Qué cara nos sale la austeridad!
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