miércoles, 9 de octubre de 2019

Se mueve el tablero de la SCJN

El jueves pasado Eduardo Medina Mora anunció su renuncia como ministro de la Suprema Corte de Justicia poniendo fin, apenas en cuatro años, a una responsabilidad que debía sostener durante quince. 
El tema es rico desde muchas aristas. Desde el punto de vista legal llama la atención porque, según la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, la renuncia de un ministro sólo puede hacerse “por causas graves”, que deben ser explicadas al presidente y luego aprobadas por el Senado. Todo este trámite ocurrió a lo largo de la semana pasada, pero la "causa grave" que detonó la decisión nunca se aclaró. A la opinión pública solamente llegaron rumores y elucubraciones. 

Da de qué pensar que no se hayan hecho públicas estas “causas graves” porque desde el punto de vista político se trata de un movimiento de piezas importante. El presidente, por tercera ocasión en poco más de diez meses en el cargo, tiene la oportunidad de nombrar a un ministro de la Suprema Corte a través de una terna. La experiencia nos dice que impulsará, como siempre, candidatos con fuertes lazos con Morena y con el presidente o su círculo cercano. Las dos personas que han sido elegidas previamente por esta administración (Juan Luis González Alcántara Carrancá y Yasmín Esquivel Mossa) tienen además historiales que no los hacen precisamente ideales para el puesto.

Para quienes se oponen a López entonces, la salida de Medina Mora es una tragedia. Quienes se atreven a armar sus propias teorías, no dudan que el presidente haya maniobrado y presionado al ministro para renunciar. Es una medida para hacerse con el control del Poder Judicial quizá menos contundente, pero más elegante que la burda propuesta de Ricardo Monreal en abril pasado que sugería ampliar de 11 a 16 el número de ministros de la Suprema Corte.

Como Medina Mora ganó su escaño en la Suprema Corte acompañado del poder político, su posición era absolutamente frágil y vulnerable a presiones externas. Poco o nada de su elevación al máximo tribunal del país y de su labor ahí es rescatable y además tiene cola que le pisen: Le investigan en Reino Unido (donde trabajó un tiempo como parte del servicio diplomático mexicano) por transferencias millonarias a cuentas en aquel país y en Estados Unidos que superan por mucho sus ingresos como ministro. A partir de esa investigación, la Secretaría de Hacienda encontró un “Pago de Dividendo” por 10.6 millones de pesos que le hizo una empresa, pero cuyas participación accionaria no aparece en la declaración patrimonial del (ahora ex-) ministro


Insisto, no lloremos por Medina Mora (porque además, si la cosa le sale bien y se arregla por fuera, podría llevarse hasta pensión vitalicia. Desahuciado no va a quedar). 
Lo que debería ocuparnos, es estar atentos a las ternas que proponga el presidente. ¿Qué tipo de perfiles son y qué trayectoria tienen? ¿Se comportarán de manera independiente? ¿Tienen manera de aguantar la presión si llegan a resultar incómodos en el futuro? Porque poco a poco el poder Judicial como bastión institucional se tambalea. Para no ir más lejos, este martes el presidente de la Suprema Corte, Arturo Saldívar, anunció que estará visitando el programa de John Ackerman, ese del que platicamos la semana pasada. Es decir, en lenguaje llano, que el Presidente de la Suprema Corte va a ir a un programa de propaganda al servicio del régimen.

En ese nivel estamos, y por eso ahora más que nunca el tablero de la SCJN requiere nuestra atenta vigilancia.

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