Después de tres días de caminata desde Cuernavaca, Morelos, la Marcha por la Paz, la Verdad y la Justicia tuvo el domingo su última etapa. Encabezada por Javier Sicilia y Adrián Le Barón, la comitiva avanzó sobre Paseo de la Reforma desde la Estela de Luz y la entrada del Bosque de Chapultepec hasta desembocar en la plancha del Zócalo en donde, sin embargo, ya había gente esperándolos.
De alguna forma, el dolor por el fallecimiento de un hijo (Sicilia), o por perder a cuatro nietos calcinados (LeBarón), o el dolor de los cientos de mexicanos que los acompañaban y que de algún han modo sido tocados por la violencia y la inseguridad imperantes en el país, se volvieron blanco de ataques verbales. “Que se vayan a Estados Unidos”, “Fuera LeBarón”, e incluso “Es un honor, estar con Obrador”, eran las consignas.
Al parecer en México la política nos ha robado esa capacidad tan nuestra de hermanarnos en las desgracias. Atrás quedaron las escenas conmovedoras luego de los terremotos de 2017, en donde cerrábamos filas y hombro con hombro nos poníamos a trabajar para rescatar gente o, cuando se confirmaba lo peor, ofrecíamos un hombro, un abrazo y toda nuestra empatía.
No, a pesar de que el monstruo del narcotráfico es un enemigo mucho más mortífero que cualquier sismo (500 vs 34,000 muertos); un adversario mucho más grande, generalizado y que nos ha afectado por mucho más tiempo, no podemos conjurar ese mismo espíritu de compasión, porque en esta desgracia va de por medio la tajada política. Porque esta tragedia tiene culpables claros y nos resulta más importante proteger a nuestro político favorito de salir embarrado que ponernos en los zapatos de una víctima; a pesar de que existan cientos.
Y no. Mi crítica y mi reclamo no van únicamente hacia los defensores de López que ayer se apersonaron en el zócalo. Son sólo el ejemplo más reciente (y más crudo) del desinterés por el otro y sus circunstancias. Del otro lado del espectro político también hay ejemplos en donde se sacrifican principios tan elementales como la empatía y la civilidad, no necesariamente en temas de seguridad. ¿Qué hay del justo reclamo por condiciones laborales dignas y equitativas? ¿Por el reconocimiento a otras expresiones de cariño y personalidad?
Si no podemos partir de una base de ver al otro como persona, entender sus tragedias y sus circunstancias y ver cómo nos ayudamos entre todos, estamos fregados, mexicanos. Si pretendemos resolver los problemas de los de abajo preocupándonos únicamente de quién queda arriba, mal vamos. Y si no podemos ponernos de acuerdo para exigir que se resuelva un mal tan extendido y que deja a tantos tan profundamente heridos como la violencia, abandonemos toda esperanza.
Oye, pero es que Sicilia y LeBarón también son políticos; me dirán algunos ¡No, caramba! No. A Sicilia se le podrán criticar muchas cosas, pero la motivación de su lucha ha sido siempre transparente y lleva en ella desde 2011: Le mataron a un hijo. Y desde el principio pidió la renuncia de García Luna (Secretario de Seguridad). El hoy presidente López en su momento incluso “se sumó a su exigencia”.
Pero antier lunes, ya desde el poder, AMLO sentencia que la marcha que Sicilia encabezó era de “conservadores hipócritas que no cuestionaron a García Luna”. ¿Quién es el político? Pregunto
¡Tantita coherencia! ¡Un mínimo de empatía, en aras de un México mejor! No es tan difícil ¿O sí?
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