La semana pasada dos instituciones autónomas fueron blanco de las críticas del presidente de la república. El Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). El primero sanciona y limita su capacidad de intervenir frente a una elección intermedia que se antoja complicada para MORENA luego de dos años de gobierno de nulos resultados e indicadores en picada. El segundo le obliga a rendir cuentas y a divulgar información de su administración, cosa que está sorprendentemente reacio a hacer, considerando la plataforma anticorrupción con la que ganó las elecciones (¿Por qué si no ocultaría los contratos de Santa Lucía, de las vacunas COVID, de Pemex con Vitrol, entre otros muchos?)
Desde su púlpito mañanero, el presidente arremetió primero contra el INAI. “Es lamentable, muy lamentable que se destinen recursos a eso, porque no hay resultados, no hay beneficios […] Son instituciones que crearon como parapeto para simular […] y fue en ese tiempo cuando hubo más corrupción […] ¿Qué no lo puede hacer la [Secretaría de la] Función Pública?”.
Si, esa misma Función Pública que no encontró ningún problema con las propiedades del Lic. Bartlett, que ignoró los conflictos de interés señalados por Carlos Urzúa en su carta de renuncia, y que tampoco parece tener ninguna prisa por investigar el contrato de 89 millones de pesos que la SEDATU asignó este lunes para renovar el estadio de beisbol de las Guacamayas de Palenque, cuyo fundador y directivo es Pío López Obrador. Esa misma SFP que desde enero de 2019 ha considerado como “reservados” seis mil 526 expedientes por diversas justificaciones y pretextos. Transparente, lo que se dice transparente, claramente no es.
El otro ataque, al INE, ocurrió ayer, también desde su palestra personal en Palacio Nacional. Viene a cuento porque en diciembre, la Comisión de Quejas del organismo emitió medidas cautelares luego de declaraciones presidenciales sobre los partidos de oposición. Es evidente que las expresiones frecuentes del presidente López Obrador sobre sus opositores afectan la equidad de la contienda. Para muestra, el ejemplo sobre el INAI en esta misma columna.
No es la primera vez que ocurre. En su momento el entonces candidato Andrés Manuel, se quejó amargamente de que las declaraciones de Vicente Fox habían jugado en su contra. Y efectivamente, el INE le impuso al presidente panista medidas similares a las que está imponiendo ahora. La queja de Andrés Manuel no sólo está infundada, sino raya en la más absoluta hipocresía.
Por otro lado, el INE no es el del problema. El Instituto solamente está haciendo valer la Constitución en su Artículo 41, apartado C y que dice: “Durante el tiempo que comprendan las campañas electorales [...], deberá suspenderse la difusión en los medios de comunicación social de toda propaganda gubernamental” ¿Dónde está la confusión, pues? ¿No que por encima de la ley nada ni nadie?
En un país con problemas apremiantes y cada vez más graves, ¿realmente tiene tiempo el presidente para dedicárselo a dinamitar organismos autónomos? ¿Es un uso eficiente de su energía, considerando que, otra vez, el año pasado fue el más violento desde que se tiene registro en México? ¿Que sumamos ya millón y medio de infectados y más de 135 mil muertos por una enfermedad nueva en el mundo? ¿Considerando que le economía del país cayó en picada en un -9% el año pasado?
Si la respuesta es sí, entonces debería quedarnos claro, mexicanos, el tipo de persona que es nuestro presidente y cuáles son sus prioridades. Evidentemente, no somos nosotros ni el país.
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