Después de algún análisis, he finalmente definido mi voto para elegir al próximo presidente municipal de Zapopan. Llegado el 6 de junio, voy a apoyar a Juan José Frangie Saade.
Como en otras ocasiones, y para elecciones en otros niveles de gobierno, me parece útil exponer aquí mis razones detrás de la decisión. No es mi intención hacerle propaganda al candidato, sino exponer mi razonamiento, los criterios que he utilizado y cómo los he ponderado, de tal manera que puedan servirle a otros como hoja de ruta o ejemplo para cumplir con la encomienda democrática más básica: El voto razonado.
Empiezo por una brevísima descripción de la alcaldía en disputa, como telón de fondo y contexto para el análsis de las opciones en la boleta. Zapopan es el municipio más poblado de la Zona Metropolitana de Guadalajara, y con 1,47 millones de habitantes es el séptimo más poblado de México (datos del censo 2020). Es el municipio con mayor PIB per cápita y el mejor Índice de Desarrollo Humano del estado y está en el top 50 del país. Alrededor de un tercio de la población se emplea en la industria y en la manufactura y empresas del calibre de Sabritas, Intel, Bimbo, Flextronics, Motorola, Jaguar y Coca Cola tienen instalaciones aquí. Es también el municipio con el mayor grado de escolaridad del estado.
A lo que voy es: Zapopan es importante demográfica y económicamente. Desde 1995 ha gozado de cierta alternancia política repartida entre Acción Nacional y el Revolucionario Institucional y más recientemente (2015) Movimiento Ciudadano, apoyado por el enorme impulso a nivel estatal que le dio la figura de Enrique Alfaro. Es esta alternancia relativa y los periodos de estabilidad entre cada cambio de gobierno, acompañado de una ciudadanía activa y comprometida, lo que le ha permitido irse construyendo como un motor del estado.
A esta elección, se presentan ni más ni menos que nueve candidatos, de los que podemos descartar con cierta confianza a seis, que no alcanzan, de manera realista a tres semanas de la elección, una masa crítica de intención del voto para ganar. Los que verdaderamente están en carrera son tres: El morenista Alberto Uribe, Juan José Frangie Saade por Movimiento Ciudadano, y José Pedro Kumamoto, con su partido “Futuro”.
Este último es para mi la gran decepción de la carrera. Después de su victoria en 2015 como candidato independiente y francamente buen trabajo como diputado local, su campaña fallida en 2018 para ocupar un espacio en el Senado pareció desencantarlo de la via independiente y empujarlo a la formación de su propio partido político local: Futuro. Lo que significó un quiebre importante con posturas que había abanderado previamente, como #SinVotoNoHayDinero.
En general nunca compartí sus ideas políticas, que tienden hacia la izquierda. Reconozco que los múltiples documentos en su página de internet detallando sus iniciativas en Seguridad, Desarrollo Económico y Medio Ambiente están magníficamente documentados y son señal de que él y su equipo entienden los problemas, pero sus soluciones todas pasan por engrosar al Estado y generar estructuras artificiales alrededor de la actividad económica que la entorpecen y limitan. Si han leído otras entradas en este espacio, sabrán que nunca he comulgado con esas iniciativas, desafortunadamente parecen ser ya el común denominador.
Aunado a eso, a últimas fechas y quizá en un intento desesperado por recuperar terreno, Kumamoto viene desarrollando una campaña que me parece preocupante. Cierto, la aparición de una cabeza de cerdo en una hielera con un mensaje de amenaza debería investigarse, pero agarrarlo de motor para culpar a sus “adversarios” porque “son capaces de lo que sea” para tratar de detener “a la honestidad, la decencia y la sensibilidad” que ellos representan porque según sus números “están en primer lugar” (cuando todas las encuestas los sitúan en un lejano tercero, tal vez cuarto) es un discurso que ya escuchamos en boca de ya saben quien, con los pésimos resultados que ya todos conocemos. Réquiem por un referente disruptivo en la escena política nacional.
Pasemos a Morena; y a su abanderado Alberto Uribe, quien lleva hoy la ventaja en las encuestas. Su vida entera la ha dedicado al servicio público. Ya fue presidente municipal de Tlajomulco de Zúñiga y para estas elecciones, Zapopan no era su primera opción, prefiriendo Guadalajara o volver a comperir por Tlajomulco, según una nota de El Informador. En fin, que es viejo lobo de mar; político de cepa acostumbrado a nadar aguas turbulentas y acomodarse donde haya hueso. La negociación por su candidatura la hizo con las cabezas de Morena, partido que lo arropa desde 2018 (si, es chapulín), por lo que su independencia o libertad para actuar fuera del esquema morenista está en duda. Y francamente, con los resultados que está teniendo Morena al frente del país y de otras demarcaciones, me preocupa.
Es el único del que no pude encontrar página de internet con sus propuestas concretas y por escrito. Las notas periodísticas recogen generalidades “más obra pública e infraestructura” y “triplicar el presupuesto para proteger el Bosque de la Primavera”, sugerencia que seguramente soltó en respuesta a los graves incendios recientes en ese pulmón de toda la ZMG. No es ni nuevo, ni esperanzador. Es el político de siempre y hay que mandar el mensaje que ese tipo de candidatos ya no tienen cabida en nuestro sistema político.
Y finalmente Frangie. Contrario al morenista, el candidato emecista ha pasado casi toda su vida en la iniciativa privada y nunca nunca antes ha sido contendiente a un puesto de elección popular. Este perfil del “hombre nuevo” (o relativamente nuevo) me interesa impulsarlo, me interesa mandar el mensaje de que se requiere un cambio de sangre y no los mismos cartuchos quemados. Frangie es también, con una Maestría en el IPADE, el que me parece más preparado de los tres. Su única labor pública ha sido precisamente en Zapopan, como Jefe de Gabinete durante los últimos cinco años, por lo que su eventual ocupación de la presidencia municipal sería similar a un ascenso empresarial natural.
Ya estas características lo hacen, para mi, el más deseable de los tres: No es una persona que viva del presupuesto, tiene las tablas necesarias y está enterado de las problemáticas en el municipio por haber vivido en medio de ellas en una posición privilegiada.
Detesto a su partido y sus propuestas son genéricas y también engrosan al estado, pero ofrece cierta continuidad. A falta de una mejor opción, prefiero concentrarme en lo positivo del perfil y acordarme de que mi participación como ciudadano no acaba con cruzar una boleta, sino con exigirle al ganador.
Y usted, querido lector, lectora. ¿Ya sabe por quién va a votar?
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