miércoles, 27 de enero de 2016

Aprovechar es cuidar

A Mahatma Ghandi se le atribuye la frase “La Tierra tiene lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no las ambiciones de unos cuantos”.
No me considero un defensor del medio ambiente. Estoy convencido de que el hombre puede y debe modificar el ambiente para su comodidad y conveniencia. Lo hemos hecho así desde el principio de los tiempos. Las razas de nuestros perros modernos son como son porque fueron diseñadas por años de cruzas selectivas y es bastante seguro decir que la variedad de maíz que hoy encontramos en el supermercado es bien distinta a la que comían nuestros antepasados prehispánicos.

Aun así, creo que para todo hay formas; que es importante cuidar, en la medida de lo posible, que nuestra interacción con el planeta no represente más daño al ecosistema del que es absolutamente necesario o razonable. La vida seguramente podría continuar así aconteciera una catástrofe nuclear de escala global, pero ¿por qué acelerar la extinción de millones de especies, entre ellas la nuestra?

Por fortuna, ha habido un cambio en la conciencia ecológica de la población, que cada vez más adopta medidas para reducir su huella ecológica. Por desgracia, aún no conseguimos que todo el mundo comparta esa misma conciencia.

La tragedia de Tajamar, en Cancún, es sólo una raya más al tigre.
En la madrugada del sábado 16 de enero, como bandidos protegidos por la oscuridad, más de cien granaderos de la policía municipal y estatal entraron y cercaron el manglar de Tajamar. Apagaron las luces del malecón, dejaron pasar maquinaria pesada al lugar y comenzaron con la  destrucción de 57 hectáreas de ecosistema para dar espacio a un complejo turístico.

Si el objetivo era el aprovechamiento del espacio para el turismo, la destrucción del manglar era innecesaria, quizá incluso contraproducente. Un complejo hotelero se puede construir en cualquier parte del mundo, los manglares son espacios con un encanto especial, que no pueden construirse ni imitarse. Un espacio ecoturístico podría haber sido igual de redituable, con la ventaja competitiva de presentar el manglar como muchos otros puntos del planeta no pueden. ¿Puede llamarse aprovechar un recurso si éste termina completamente destruido?

Lo que más molesta, sin embargo, es la forma de llevar a cabo el ecocidio; totalitaria y secreta, a media noche.  El gobernador de Quintana Roo asegura que todo se ha hecho conforme a derecho. Los permisos se otorgaron como parte de un proyecto de desarrollo que se consideró procedente desde 1992que emitió la Dirección General de Ordenamiento Ecológico e Impacto Ambiental, del Instituto Nacional de Ecología. Pero desde su nacimiento, dicho proyecto, se encontró con oposición de parte de activistas y vecinos de la zona.
Desde hacía meses la zona estaba bajo vigilancia por Greenpeace y otras organizaciones. Evidentemente la autoridad sabía que estaba procediendo con argumentos de dudosa validez; de lo contrario lo habría hecho sin tapujos y a plena luz del día.

El problema es que los terrenos comenzaron a venderse desde 2005 y por su venta el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) se llevó 2,040 millones de pesos; dinero que por supuesto ya no puede devolver(de hecho, sería interesante saber en qué se utilizó). Conforme se acercaba la fecha estipulada para la entrega del desarrollo, la FONATUR se sentía cada vez más entre la espada y la pared y recurrió a una jugarreta secreta que pasó por encima de los derechos de los ciudadanos de la zona y de todos los mexicanos que disfrutamos de la biodiversidad de nuestro país.
Nada de esto es nuevo. Lo que está ocurriendo en el Bosque de los Colomos en Guadalajara, el decreto mediante el cual la zona protegida del Nevado de Toluca dejó de serlo, la invasión tolerada a áreas protegidas son evidencia de que nuestros políticos no han acabado de hacer ese cambio de conciencia del que hablaba la iniciar la entrada.


Como tantas otras cosas, queda en nosotros, el ciudadano de a pie, impulsar esa agenda. Nadie más lo hará. La acción valiente de una ciudadana, por ejemplo, detuvo la destrucción del manglar de Tajamar al conseguir una suspensión provisional de un juez federal. Con la labor valiente de algunos activistas, algo de tiempo y la sorprendente habilidad de la madre naturaleza de reponerse a la adversidad, quizá sea posible que el espacio se recupere.

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