Pues viene el Papa a México. A
partir del viernes 12 de febrero tendremos
con nosotros en tierra mexicana al sucesor de San Pedro: argentino,
carismático y declarado fanático pambolero.
Su sencillez (hasta donde cabe en
un jefe de estado), alegría y la claridad de su mensaje han conseguido ganarse
a los fieles. Y sus reformas al interior de la Iglesia han sido, cuando menos,
interesantes. El establecimiento del Consejo de Cardenales (uno de los primeros
órganos consultivos del vaticano), la lucha activa contra sacerdotes pederastas,
la protección a víctimas de abusos y la creación de organismos de control y
supervisión en materia financiera (todo en los primeros meses de su
pontificado) demuestran su diligencia y rectitud. La apertura a tocar temas
candentes en el Sínodo sobre la Familia, con visiones tan reformistas hoy como
en su momento lo fueron las del Concilio Vaticano II en 1963, nos hablan de una
persona con ganas de transformar profundamente a la Iglesia.
Por ser la persona que es, por lo
que ha demostrado a lo largo de sus escasos años de pontificado y por su
discurso duro contra la pobreza y la desigualdad social, uno pensaría que
incluso la población no católica y los "progres" querrían al menos
acercarse a escucharlo. Pero tal parece que no es el caso.
Desde que se anunció su
venida y cada vez más conforme se acerca
la fecha, han circulado imágenes en redes sociales e información en contra de
la visita de la máxima autoridad católica. Los argumentos varían desde la
crítica por el despilfarro gubernamental, hasta el reclamo airado al pueblo de
México que se deja "idiotizar" por la religión cuando al país se lo
está "llevando el tren".
Honestamente no entiendo estos
argumentos.
El Papa no cobra por visitar
ningún país. Es cierto que se realizan colectas para cubrir los gastos de su
visita, pero estas donaciones las hacen empresarios o los mismos fieles de
manera voluntaria. Los boletos para asistir a los eventos son gratuitos (aunque
siempre existen los revendedores) y finalmente cómo gasten su dinero estos
donantes o los fieles que quieran verlo no es de incumbencia para los críticos
recalcitrantes.
Donde sí le pone el gobierno es
en la infraestructura de la visita, que finalmente se queda en el país para
beneficio de sus habitantes. La repavimentación de calles, la limpieza de
banquetas e instalación de luminarias son actividades que seguirán beneficiando
a la población mucho después de que el Sumo Pontífice se haya ido. También
contribuye a garantizar la seguridad del Papa, como con cualquier otro jefe de
estado. Pero, comparando esa inversión con los millones de pesos de derrama
económica en comercios, hoteles y negocios locales que dejará a las poblaciones
que visite, su venida se paga sola.
Y a los que dicen que viene a
"idiotizar" al país. ¿Notaron ya el itinerario? ¿No les parece
atípico? El Papa visita San Cristóbal de las Casas, Morelia y Ciudad Juárez;
todos son puntos calientes por la pobreza, la discriminación indígena, la delincuencia
o el tema migratorio. La visita del Papa no será una visita agradable o cómoda
para políticos y gobernantes, ese no es su estilo. Creo que su
discurso, aunque siempre educado, será agudo
Este es el Papa que
dijo: «Es deber de los cristianos involucrarse en política, aunque esta fuese demasiado sucia». En ese sentido, creo que su mensaje bien puede ser de mucha ayuda a México, un
tirón de orejas que necesitamos con urgencia.
Finalmente, creo que es una
visita que interesa principalmente a los católicos. Argumentos van y vienen,
pero estaría bien que la rama más radical del país decidiera practicar un
poquito la libertad de ideología que exige y nos dejara a los creyentes
disfrutar de tener cerca a quien consideramos un hombre sabio y ejemplar.
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