Está muy documentado el hecho de que conforme una persona “exitosa” va ganando en reputación, dinero o estilo de vida, va desconectándose de la realidad con la que el grueso de la población batalla todos los días.
Esto en el caso de un músico, por ejemplo, puede resultar en que sus letras dejen de tener la profunidad emocional que lo proyectaron a la fama, que sus canciones dejen de “conectar” con el público por estar ahora llena de clichés y lugares comunes, en lugar de experiencias con las que la fanaticada pueda identificarse. También puede ocurrir que la celebridad tenga algún desliz cómico frente a las cámaras, que demuestre cuan alejado del mundo real está; como Jennifer Aniston declarando que ahorraba agua al lavarse los dientes mientras se duchaba.
Pero, así como a músicos y actores, a los políticos también les ocurre con frecuencia un fenómeno parecido. ¿Quién no se acuerda de Peña Nieto en campaña tratando de defenderse con un “no soy la señora de la casa” cuando le preguntaron el precio de las tortillas? ¿O de Susana Corella Platt, diputada del PRI en Sonora que en enero fue bautizada como Lady No Me Alcanza por quejarse de que ella pagaba sus traslados y no le daban para la gasolina (luego de embolsarse sendo aguinaldo de quinientos mil pesos)?
Seguramente todo ello nos pareció chusco. Pero que la gente que toma decisiones que afectan las condiciones de vida del resto de la población viva así de desconectada de la realidad es sumamente peligroso. El “vengo a aprender” de Videgaray al asumir el control de la Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo implicaciones económicas reales y creo que a nadie le causó mayor gracia (o quizá sí, porque aquí en México, para no llorar, nos reímos hasta de nuestras tragedias).
El lunes pasado, para no irnos más lejos, el presidente del PRI hacía aventuradas declaraciones que también sonaban construidas en el aire, como que “los priistas si tienen principios” (ya sé, ya sé, yo también me reí) y que “la corrupción de Duarte no iba a manchar a su partido” (Usó ambas frases en el mismo discurso ¿nota usted la deliciosa ironía?).
A fin de constatar cuan lejos está la política tradicional de la realidad nacional, usemos a modo de medio de contraste para esta galería de personajes de caricatura, a la figura más representativa de la política independiente, esa que ha ganado adeptos precisamente por estar enchufada con la base ciudadana. José Pedro Kumamoto, a pesar de ocupar sólo un curul más en el congreso del estado ha dejado ya huella en el estado y hecho olas en el panorama político nacional; todo en base a alimentarse, fortalecerse y hacer simbiosis con la gente a la que representa. Todo en base a no desconectarse.
No sólo eso, sino que sus propuestas han servido para electrizar al resto de los políticos, para sacarlos de su nicho de comodidad. Abrogar el fuero, hacer de la transparencia una costumbre que deja mal parados al resto y ahora luchar directamente contra el financiamiento excesivo a los partidos políticos y ligarlo directamente a un indicador tangible de cuánto convencen y conectan con el electorado, me parecen soberbias maneras de acercar a toda la estructura política a las bases que les dan no sólo sustento, sino también su razón de ser.
Quizá no lo consigamos. Incluso en democracias más viejas la separación entre gobernados y gobernantes sigue siendo abismal (No sólo le pasa a Peña. El primer ministro de Reino Unido tampoco supo decir durante una entrevista radiofónica en cuánto salía comprar ¡una hogaza de pan!) Pero ello no significa que no debamos de dejar de luchar por ello, tanto apoyando iniciativas como las de #SinVotoNoHayDinero, que ahora está en plena discusión, como fomentando en nuestras propias vidas las oportunidades de conectar con la realidad que nos rodea y practicar un poquito de empatía. Independientemente de lo que hagamos, procuremos no desconectarnos.
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