miércoles, 30 de marzo de 2022

Revocación: Trampa para el INE


A dos semanas de la jornada de votación para la ratificación de mandato, tres cosas son obvias.

  1. Pase lo que pase, Andrés Manuel López Obrador seguirá ocupando el cargo de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

  2. El ejercicio no alcanzará la votación mínima del 40% de la lista nominal de electores, requerida por ley para darle validez.

  3. En ninguno de los escenarios resultantes, gana el Instituto Nacional Electoral.

Cuestione seriamente a cualquiera que pretenda decirle lo contrario. Van los argumentos:


En primer lugar, el presidente jamás ha aceptado un resultado electoral adverso. Su “tradición democrática” depende enteramente de que le reconozcan el triunfo, sea este legítimo o no. Este patrón se viene repitiendo desde las elecciones estatales de Tabasco de 1994 y no hay nada que invite a pensar que lo va a hacer ahora. Si, por fuerza de sus nefastos resultados, ni siquiera con su base de fieles electores y la pauperizada participación llegara a ganar el SI a la ratificación, desconocería el ejercicio y acusaría al INE de hacerle fraude.


Pero eso no va a ocurrir, porque depende enteramente de que acudan a las urnas al menos el 40% de los electores del el listado nominal, cosa que se antoja punto más que imposible. Otros “ejercicios” de esta naturaleza, como la consulta para enjuiciar expresidentes (igualmente inútil e innecesaria, por cierto) apenas alcanzaron una participación del 7.11%. Cierto, estábamos en un punto más intenso de la pandemia y eso pudo haber mermado la participación, y no era un tema que generara tanta polémica como la figura del presidente; aún así, esperar una participación seis veces más alta ahora que entonces es un despropósito.


Es más, me atrevería a decir que al presidente y a su partido le conviene que no se llegue a ese mágico 40%, porque entonces puede arremeter contra el INE echándole en cara que no le dio suficiente difusión y cobertura al ejercicio y acusándolo de pretender su fracaso desde el inicio. Morena usará como botón de muestras las incontables ocasiones en las que, como árbitro que aplica el reglamento, le ha pedido a senadores, diputados y gobernadores morenistas (y hasta al mismo presidente) que respeten la veda electoral y dejen de hacer propaganda.

Que no le mientan, el INE está cumpliendo con su función constitucional en la medida de sus posibilidades, organizando un ejercicio democrático a nivel nacional con un presupuesto de año no electoral. Yo mismo he escuchado los espacios en radio llamando a participar.


El INE es una de las pocas instituciones en este país que alcanzó a consolidarse y a cumplir de manera eficiente con su labor. Sus áreas de oportunidad no pueden ignorarse, pero tampoco sus logros. Todos los personajes que han ocupado un puesto de elección popular en los últimos treinta años se lo deben a sus electores, y al INE, que les dio cauce y aval. Las leyes que hoy lo rigen fueron impulsadas y discutidas por todos los grupos políticos a través del órgano legislativo y su Consejo General incluye a miembros de cada partido con registro. 


Tumbar el árbol para descartar algunos frutos podridos es absolutamente improductivo, pero parece que es exactamente por donde va la tirada. Resulta que el presidente, durante la mañanera, presentó la idea de hacer que los consejeros del Instituto fuesen así mismo electos por democracia directa, la reducción (sin justificación alguna) de su presupuesto a la mitad y la eliminación de las llamadas OPLES (Organismos Públicos Locales Electorales).

Les urge desbaratar lo que está. Les urge un árbitro a modo, porque a juzgar por sus últimos resultados, (las elecciones extraordinarias celebradas el domingo en Oaxaca y Veracruz) la tienen perdida en 2024. De 11 municipios en juego este domingo –siete en el primer estado y cuatro en el segundo–, el partido del gobierno perdió nueve.


¿Qué procede pues? Defender al INE y hacer presión, a través de cuanta plataforma y medio de comunicación sea posible, a sus representantes en el Congreso, que es donde está la decisión.




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