Se está entregando el Estado Mexicano sistemáticamente y poco a poco, a las fuerzas armadas. La reforma que amparará el que los militares estén realizando labores de seguridad pública hasta 2028 y que se aprobó hoy en la Cámara de Diputados, es sólo una raya más a un tigre transexenal, que viene tomando forma desde tiempos de Felipe Calderón y cuyos alcances nos urge entender.
El candidato Felipe Calderón jamás habló de la seguridad como tema prioritario para su gobierno. Se presentaba en los debates como el presidente del empleo y hablaba del mejoramiento de la recaudación fiscal. No fue sino hasta estar frente a los controles del país que descubre la necesidad y decide hacer intervenir al ejército. Error crítico, lo hace sin tener un marco legal que defina y acote la intervención en tiempo y funciones.
Con el candidato Peña la situación es similar. Fue un durísimo crítico del uso de las Fuerzas Armadas para la seguridad pública, sin embargo olvidó todo reproche en cuanto estuvo al frente del país. No hubo cambio de estrategia, ni se priorizó el uso de sistemas de inteligencia, ni se devolvió al ejército a los cuarteles.
López Obrador no es distinto, pero su caso es más evidente. Su campaña y su discurso de “Abrazos no balazos” contrastan mucho con la realidad de una Guardia Nacional militarizada y con una propuesta de ley que prorroga la presencia del ejército en las calles. Además, el presidente López comenzó a hacer concesiones nunca antes vistas al ejército: En 2020 les entregó la administración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, además de la operación y administración de tres aeropuertos localizados en el sureste del país y tres tramos del Tren Maya. En 2021, se les entregó las 49 aduanas de México, a través de la Agencia Nacional de Aduanas de México. Este año fuimos testigos de la integración de la Guardia Nacional a su esfera de influencia. Adereze este recuento de los hechos con la construcción no sólo de las obras más emblemáticas de este administración (AIFA, Tren Maya, Dos Bocas), sino con otros centenares de obras de infraestructura más modestas, como un libramiento ferroviario para que los trenes de carga no pase por el centro de la ciudad de Nogales, en Sonora, o la construcción de un segundo piso que correrá paralelo a la franja fronteriza y la edificación de una aduana en Otay, en Tijuana, o la edificación de 1.600 sucursales del Banco del Bienestar, y los 266 cuarteles de la Guardia Nacional.
El ejército hoy ejerce un presupuesto de 500 millones de pesos al día, con mínima o nula rendicion de cuentas. Representado en su titular, el Secretario de la Defensa Luis Cresencio Sandoval; se le ha despojado de toda su institucionalidad para convertirlo en un actor político más. El discurso de ayer de tinte partidista sobre los “comentarios tendenciosos” contra las Fuerzas Armadas que responden a “intereses de particulares y ambiciones personales” con el fin de alejarlas “de la ciudadanía” es una clara jugada por intervenir en el debate público horas antes de la votación de hoy.
El ejército es ya un actor político evidente y eso debería despertar las alarmas de todos los mexicanos. Unas fuerzas armadas que van adquiriendo poder político en relación a autoridades civiles fragmentadas, e instituciones débiles, es propio y caldo de cultivo natural de las dictaduras, en particular de las latinoamericanas. Podría devengar, imagine usted el escenario, en el desconocimiento de los resultados de las elecciones 2024.
En México nos tardamos décadas, poco más de nuestro primer siglo de existencia independiente, en pasar de ese caudillismo militar cuyas sucesiones derivaban en baños de sangre y peleas intestinas, al método institucionalizado y proto-democrático priista; y no se pudo haber hecho sin la intervención y accionar político de dos generales: Lázaro Cárdenas del Río y Manuel Ávila Camacho. ¿Quién los detendría ahora?
Ojo, mucho ojo, mexicanos. Creíamos que lo peor que nos podía pasar era un regreso al gobierno populista de los 70’s. Poco a poco ha quedado demostrado que si nos descuidamos, nos van a regresar al principio del siglo XX.
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