Esta semana, el Papa Francisco recibió en el Vaticano, en privado, al Presidente de Venezuela Nicolás Maduro. La reunión es la manera del Papa de dar seguimiento a la carta que le enviara al mandatario sudamericano desde mayo en la cual, según el vocero de la Santa Sede, le instaba a escuchar la voz de un pueblo que sufría una de las más pesadas crisis política, social y económica de las que se tiene registro.
La reunión fue todo un éxito. Abogando por un diálogo sincero y constructivo, el Papa consiguió convencer al gobierno de Nicolás Maduro y a la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de sentarse a negociar una salida a la situación crítica del país . La reunión está programada para el próximo 30 de octubre en Isla de Margarita.
No es la primera vez que este Papa intercede por aliviar una situación que considera injusta o contraria a sus principios. Según el mismo departamento de estado de los Estados Unidos, su participación fue crucial en el reinicio de las relaciones de este país con Cuba luego de más de cincuenta años de enemistad. También podemos mencionar su visita a principios de año a las zonas de nuestro país más castigadas por la violencia o su labor para detener el conflicto en Siria, su apoyo a la conformación de un estado Palestino y ahora se mete de lleno en el conflicto político venezolano.
El Papa ha recuperado y revitalizado, en poco más de tres años de intenso pontificado, el rol internacional del Estado Vaticano, persiguiendo la paz, el diálogo y los acuerdos ahí donde son más necesarios. Aunque ha sido duramente criticado por algunos sectores, yo creo que el mundo lo necesita.
Occidente —la OTAN— ha fracasado en reconocer que el fortalecimiento militar de Rusia obliga a adoptar una nueva estrategia en las relaciones con su histórico rival. Las tensiones en diferentes escenarios en donde ambos grupos tienen intereses (como Siria o Ucrania) han escalado peligrosamente a niveles parecidos a los de la Guerra Fría.
Norcorea, por su lado y de un tiempo a acá, realiza pruebas militares de sus misiles de medio alcance muy cerca del paralelo 38° norte. La situación ya ha empujado a China a pedir la colaboración del Consejo de Seguridad de la ONU. Y en otros frentes, Medio Oriente, el Estado Islámico y Tierra Santa siguen siendo puntos de conflicto.
Visto lo visto ¿No es de vital importancia tener a alguien que abogue y se involucre de manera directa por la consecución de la paz?
La Iglesia Católica es una institución humana y por lo tanto falible. Quienes la conformamos, aunque comprometidos a practicar y compartir un estilo de vida que creemos positivo y liberador, podemos a veces olvidarnos de nuestras obligaciones con el mundo.
Yo le aplaudo enormemente al Papa su iniciativa y su valor. No sólo por su participación internacional, sino por el mensaje que transmite. En medio de tan graves circunstancias, abraza su misión evangelizadora y predica con el ejemplo en el gran escenario internacional, para que cada uno le sigamos en nuestros más modestos espacios, privilegiando el encuentro y la paz ahí donde podamos.
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