miércoles, 23 de noviembre de 2016

Del cinismo y la inacción

Calderón, la verdad sea dicha, quizá erró en su estrategia contra el narco. Quizá falló en proveer medidas alternativas de prevención del delito, de generar condiciones económicas que permitieran reducir la desocupación, y por lo tanto, que se tuviera que recurrir a la delincuencia para subsistir. Pero, como ya había mencionado en una entrada anterior (¡de marzo de 2015!) tuvo al menos la decencia de reconocer un problema, establecer acciones concretas y morirse con la suya a pesar de convertirse en blanco de críticas de parte de población y prensa.

La administración Peñista, más dependiente del juego de luces y espejos de prestidigitador barato, ha preferido ocultar las cosas, o tirar la bolita a los estados; pese a que las cifras siguen siendo alarmantes. Sirva Guerrero durante el pasado fin de semana, el llamado Buen Fin, como botón de ejemplo: 27 personas muertas en menos de 48 horas. ¿Y la postura oficial? Bien gracias.

Héctor Antonio Astudillo Flores, gobernador del estado, salió el día de hoy a decir que tenían “plenamente identificadas” a las células delictivas de los diferentes municipios. No quiso o no pudo explicar por qué si las tienen tan bien ubicadas, no han hecho nada por desarticularlas, ni pudieron evitar los homicidios. Los comentarios que sí hizo, sin embargo, fueron igualmente inoportunos:  

“esta jornada pico de violencia genera ruido indeseado para el estado [..] genera rebotes mediáticos

“(El crimen organizado) tiene una gran capacidad para desaparecer durante 15 días o por un mes… y vuelve a investir(sic)”

“Estamos haciendo refuerzo donde existen este tipo de acontecimientos: los lugares con policías comunitarias o fracciones que, se supone, eran defensores, los fueron cooptados por el crimen organizado y ahora se dedican a sembrar el terror.”

“Es que una parte fundamental del problema es la amapola: en medida que exista y que Estados Unidos sea tan demandante, el asunto se tiene que ver con otra salida. Orientarlo hacia el tema médico”


Claramente lo que le dolía durante la conferencia de prensa no era la tragedia (que eso es lo que es), sino tener que estar ahí dando la cara y dando explicaciones a los medios. Lo único consistente de su discurso es el derrotismo y el repartir culpas.

Habla del crimen primero como si fuera un tema cíclico, imposible de predecir o de combatir por esa misma volatilidad; de lo sucedido como una anomalía en ese ciclo de “cada quince días” que sólo genera ruido. Aprovecha la ocasión para darle un repasón a uno de los dolores de cabeza más importantes para este gobierno: las autodefensas; que fueron incapaces de regular y que surgieron por su propia inoperancia. Y sobre el final, deja en claro que considera que el problema lo ha superado y pretende centrar el debate en si deben o no legalizarse los opiáceos y demás subproductos de la amapola.


Alguna vez me dijeron en la oficina donde trabajo: “Más vale que nos llamen la atención por lo que hacemos que por lo que dejamos de hacer”. Señor gobernador, señor presidente, a Calderón podremos criticarlo por lo que hizo, pero ustedes destacan por lo que están dejando de hacer. ¿Hasta cuando?

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