Iba a escribir de los presidenciables en México, dándole seguimiento a la entrada de la semana pasada sobre los presidenciables en E.U.A. Sin embargo, para cuando me senté a escribir ya estaban cayendo los primeros resultados de las elecciones en el vecino país del norte y como fueran completamente contrarias a todo lo que el sentido común dictaba que sucedería, quedé absorto en darle seguimiento y abandoné la página en blanco.
Escribo estas líneas pasados cuatro minutos después de medianoche, con un mapa electoral que sugiere que Donald Trump es el nuevo presidente electo de los Estados Unidos.
Jamás creí que escribiría esa última línea. En ningún momento durante la elección creí que el magnate tenía la más remota posibilidad. Cuando se postuló a la contienda interna del partido Republicano, me reí. Era una nota curiosa en el marco de la política norteamericana y no era la primera vez que lo intentaba. No pasaría de ahí.
Cuando ganó la candidatura me sorprendí, pero se lo achaqué a que estaba compitiendo entre un grupo selecto de miembros del partido; una muestra difícilmente representativa del grueso de la población estadounidense. Además, competía contra varios precandidatos que pulverizaron el voto en su contra, sería muy diferente cuando la oposición tuviera un sólo rostro moderado y con mucho más colmillo político bajo el cual refugiarse. Clinton era una veterana de mil batallas, curtida incluso en la diplomacia internacional.
En ningún momento durante la campaña presidencial pudo Donald Trump arrebatarle la ventaja que las encuestas le otorgaban a su contendiente. Todas daban por un hecho que sería Clinton la vencedora, y parecieron confirmarlo luego de ver los debates. Y sin embargo henos aquí. ¿Qué pasó? ¿Por qué no lo vimos venir?
Que las encuestas den información incorrecta no es un fenómeno nuevo. El referéndum por la paz en Colombia, las elecciones generales en Argentina el año pasado, las de Brasil en 2014, el reciente voto del Reino Unido por salir de la Unión Europea; todos tuvieron resultados contrarios a los que las encuestas de salida y las proyecciones estadísticas señalaban.
No es un tema de metodología, es un tema de margen de error estadístico, de tamaño y representatividad de la muestra y también, un poco, de nuestra propia percepción sesgada que no sabe tomarse los datos ofrecidos con su buena dosis de escepticismo. Quizá hemos empezado a recurrir demasiado a las encuestas. Quizá estamos viendo las encuestas equivocadas.
Diferentes grupos de académicos han mostrado preocupación de que nuestras redes sociales pueden crear “cámaras de resonancia”, en las que como usuarios, sólo recibimos mensajes, reportes e información de amigos y fuentes con las que tenemos afinidad de ideas. Conforme vamos construyendo nuestra red de contactos, construimos también un muro (oh, la ironía) que mantiene fuera opiniones y personas distintas. Perdemos la capacidad ya no digamos de dialogar con otros, sino de siquiera verlos o de considerarlos.
Si vemos sólo el pedazo que nos gusta de la realidad, por supuesto que nos sorprende cuando la realidad nos muestra su lado más crudo. (En este caso, el de millones de votantes blancos de comunidades rurales de los Estados Unidos; que nadie vió, pero que definieron la elección)
Que nos sirva de lección. Hagamos un esfuerzo por reconectarnos con realidades que actualmente (por elección o costumbre) no vemos o no nos gustan. Y si no nos gustan, no nos escondamos de ellas, sino tratemos de cambiarlas. Vuelvo a insistir, como lo hice la semana pasada: Tenemos un compromiso con el 2018. ¿Nos va a pasar lo mismo por no querer mirar fuera de nuestro círculo más íntimo?
Addendum:
Mediodía del miércoles posterior a la elección. Corren rumores de protestas en estados demócratas hasta la médula que van desde las arengas públicas (“¡Trump no es mi presidente!”) hasta discusiones sobre la posibilidad de que California (bastión demócrata por excelencia) se separe de la Unión Americana. (Lo están llamando #Calexit)
El grueso de la protesta viene de redes sociales, lo que refuerza mi opinión: Mi generación está atrapada en su propia burbuja de cómodas realidades construidas y no sabemos lidiar con la realidad dura. Habrá que ver cómo acaba todo conforme pasen las semanas. Estaremos atentos.
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